Duomo Ediciones224 Pág.
En una habitación de hospital en pleno centro de Manhattan, delante del iluminado edificio Chrysler, cuyo perfil se recorta al otro lado de la ventana, dos mujeres hablan sin descanso durante cinco días y cinco noches. Hace muchos años que no se ven, pero el flujo de su conversación parece capaz de detener el tiempo y silenciar el ruido ensordecedor de todo lo que no se dice. En esa habitación de hospital, durante cinco días y cinco noches, las dos mujeres son en realidad algo muy antiguo, peligroso e intenso: una madre y una hija que recuerdan lo mucho que se aman.~ ~ ¿Sabéis esa sensación de que has perdido el tiempo? Pues es exactamente esa la que he sentido tras terminar esta novela. Llevo semanas, o quizás hayan sido meses, que veo este libro hasta en la sopa. Críticas literarias en periódicos, reseñas en blogs, opiniones en redes sociales...vamos que al final la curiosidad me pudo, temerosa de estar perdiéndome una auténtica joya. Pues no. La novela empieza con la protagonista en el hospital. Como todo enfermo está deseando salir de allí y regresar a su vida de esposa y madre. Ni su marido ni sus hijos van a visitarla y un día aparece por sorpresa su madre para cuidar de ella. Esto podría parecer normal para nosotros pero no es así ya que Lucy prácticamente no guarda relación con nadie de su familia. A medida que avanzan los días en el hospital las conversaciones entre madre e hija son de distinta índole pero todas ilógicas. No guardan relación, saltan de un tema a otro a lo loco y lo peor: no aportan absolutamente nada a la historia. La autora va dejando pequeños datos sobre la infancia de Lucy. Una infancia marcada por la pobreza y el desapego de sus padres. Ella ha sido la única capaz de salir adelante, dejó el pueblo aislado en el que creció y con ello dejó también, de alguna manera, a su familia. Pese a sus intentos apenas se lleva con ninguno de ellos, ni sus padres ni sus hermanos. De ahí que sea tan importante que su madre haya acudido, sola y por primera vez fuera de su pueblo, a cuidarla. Uno espera, tras esta acción, que madre e hija se perdonen mutuamente. Que Lucy pida explicaciones de todo aquello que la atormenta. Que quiera respuestas, ¿me quieres?, ¿sabes que nuestra infancia no fue feliz?, ¿por qué no fuisteis unos padres normales?. Respuestas que el lector también está buscando. Me da la sensación que la autora considera que en esa distancia emocional que hay entre ellas, en esas conversaciones superficiales y carentes de emoción debemos entrever o imaginar un amor profundo y descarnado que nos haga temblar el corazón - si, estoy citando alguna de las frases que he leído en críticas de esta novela - . Pues lo siento pero no he sentido absolutamente nada con Me llamo Lucy Barton, como mucho astio. Y es que pese a ser muy corta, apenas supera las doscientas páginas, la historia llega a ser un poco tediosa. Quizás porque no hay historia. Ni con su madre, ni con su marido, ni con sus hijos, ni con nadie...Esta es una de esas ocasiones en las que me siento un bicho raro. Afortunadamente no puedo sentirme identificada con Lucy y la relación con su madre y tampoco la entiendo. Me alegro de aquellos que han podido disfrutar de esta novela pero a mi no me ha transmitido absolutamente nada.