Dicen que fue el peor Mundial de la historia, que en Italia 90 se exhibió un nivel futbolístico escaso, con poco que destacar de las grandes estrellas rutilantes del momento que llegaron a aquella cita acaparando todos los focos: Van Basten, Rudi Voller, Maradona… Al final, tuvo que ser el defensa Andreas Brehme, viejo conocido por Zaragoza, quien,de penalti inexistente, sellase el Título para Alemania, tercero y último hasta la fecha, en aquella final que no vio en el campo al Pelusa que maravilló al mundo sólo cuatro años antes y que sirvió de dulce venganza germana.
Y de ese tono gris que impregnó buena parte de la Competición se pintó también la Selección española que tras pasar sin excesivos apuros la fase de grupos perdió en octavos a las primeras de cambio contra Yugoslavia gracias al fatídico gol de Dragan Stojkovic en la prórroga. Poco o nada favorable se recuerda de aquella cita mundialista excepto una sola cosa, un gesto que selló la mayor contribución de la Quinta del Buitre a la Selección española junto con aquellos cuatro goles de Butragueño a Dinamarca en el Mundial de Mexico: el fantástico hattrick de Michel a Corea del Sur y sobretodo aquella furiosa celebración coronada con un ¡Me lo merezco! tan alto que fue captado por los micrófonos por encima incluso del ruido ambiente del Estadio.
Aquel gesto encerraba muchas cosas y es que, para España y para Michel en particular, aquel Mundial no fue fácil y no exclusivamente en el terreno deportivo. Pero todo comenzó un mes antes de llegar a jugar. Gracias a las gestiones de Luis Suárez, seleccionador nacional y viejo ídolo en Italia en su época como jugador del Inter, la Selección pudo disfrutar de un mes entero de concentración previa (y gratis por cierto para la Federación), algo pocas veces visto en aquel entonces. Eso que pudo ser una buena forma de preparar un campeonato en condiciones terminó por convertirse en una losa pues las expectativas de la afición y la prensa se situaron en cotas excesivamente altas. No en vano, para ellos era el primer Mundial que reunía a la Quinta del Buitre al completo que en el Real Madrid venía arrasando en aquellos años.
El 9 de junio de 1990 se dio el pistoletazo de salida y sólo cuatro días después debutaba España contra Uruguay y se mascaba la tragedia, o al menos eso es lo que incomprensiblemente se hizo creer en los medios de comunicación. El partido fue muy malo y terminó empate a cero aunque pudo ser peor puesto que Rubén Sosa mandó a las nubes un penalti en el minuto 87. Y tras el pitido final, la prensa cayó encima de la Selección con una dureza enorme: “España buscó un empate miserable”, “Su presentación en el Mundial fue catastrófica, rozando el ridículo” etc etc. Butragueño afirmó: “No hemos tenido las ideas claras. Los partidos de este tipo dan pocas ocasiones de gol. Tuvimos dos y luego reconozco que no hicimos nada”. Manolo sostuvo: “Hay que recapacitar y hablar entre nosotros. Hemos tenido mucho miedo. Así no vamos a ninguna parte”. Jiménez se quejó: “Me da pena el espectáculo que hemos dado a la afición española”. Y Zubizarreta argumentó que “no esperaba tener tanto trabajo. Sólo he respirado cuando he visto que fallaban el penalti”. Jorge Valdano, presente en el encuentro, se mostró sumamente contrariado: “Mi drama es que tengo dos pasaportes, el español y el argentino, y en este Mundial no se cuál elegir. Lo peor no es jugar bien o mal, lo peor es no querer jugar”. Hugo Sánchez, que actuó como comentarista de Televisa, se quejó de la “falta de agresividad mostrada por el equipo español”. Y Alfredo Di Stéfano concluyó su análisis en Televisión Española: “Lo peor de todo es la cara que se nos ha quedado a todos”.
Con un sólo partido de competición, el equipo fue denostado y se sacó a relucir sus “miserias” internas. Michel fue además señalado por todos. No jugó bien y se corrió el rumor de que él mismo había presionado a Luis Suárez para que no alinease al rojiblanco Manolo en vez de a Julio Salinas. De hecho Manolo no volvió a jugar con el efecto colateral inmediato de etiquetar a Suárez de títere en manos de sus propios jugadores.
Pero como el fútbol es como es y donde realmente se habla es en el terreno de juego, los aires cambiaron considerablemente en el segundo partido frente a Corea del Sur y España jugó un partido solvente, sin más, pero solvente, y ganó por 3-1 a los asiáticos. Michel, tremendamente herido en su orgullo (incluso en Italia le llamaron “jubilado de oro a los 26 años”) destrozó al rival con tres grandes goles celebrados como tres grandes venganzas contra todos aquellos que le habían faltado incluso al respeto como persona. Y como resumen de aquella gran noche quedó para la historia el furioso ¡Me lo merezco! señalándose con rabia la camiseta y que pudo oír toda España a través de los micros.
Sin embargo, la desgracia cayó de nuevo sobre Michel tras ser eliminados por Yugoslavia en octavos cuando la gente comenzó a recriminarle que, en el gol de falta directa que anota Stojkovic, se apartase para evitar que el balón le golpease en la cara y éste atravesase la barrera justo por ese hueco.
Sería aquel el enésimo sinsabor de la Roja que duraría muuuchos años hasta la Eurocopa de 2008 en el que la Selección encontró el sitio que llevaba buscando durante toda su historia. Pero hasta que eso se consumó, España vivió a la deriva en un barco repleto de mala suerte y expectativas, en ocasiones sobrevaloradas. No obstante, Michel en apenas una reacción instintiva de tres-cuatro segundos, e independientemente de la opinión personal de cada uno respecto a él, inmortalizó lo que tantas veces se ha denominado como la Furia, sello distintivo español mucho más viejo que el tiki taka e igual de necesario. Seguramente Michel se lo merecía…