Sostengo que la decisión de tener un hijo es el acto más egocéntrico de autorrealización complaciente que un ser humano pueda experimentar, pero paradójicamente, no por ello menos generoso. Sólo hay que observar a las parturientas.
Las fotos de revistas y los anuncios de mamás estupendas, sosteniendo en sus brazos a la dulce criatura junto a un padre sonriente, mirándose embelesados, perdidos en el microcosmos de la fusión maternal...Así es cómo NO suele verse a una recién parida.
Y esas imágenes idealizadas me temo que sólo son cuentos: historias reales que en realidad no lo son. O no siempre. Quizás sea importante desmitificar.
Aviso a navegantes: Conste que este post obviará los “pero vale la pena”, porque obviamente, lo vale.
Al estrés lógico de un cambio de vida brutal, se añaden los dolores de un parto o cesárea. Los puntos impiden moverse con normalidad, ir al baño se convierte en una odisea y dormir en una entelequia. Se añaden las demandas constantes del pequeño intruso, que ha llegado para imponer rutinas, horarios, llantos y nervios. Aderezado con mucho amor, menos mal.
Las madres, en esta etapa, parecen sufrir más que disfrutar como cabría esperar, al fin y al cabo, se suponía que la experiencia sería de éxtasis...y extasiadas están, sí señor.
Hormonadas hasta las trancas, con las emociones disparadas sin saber, muchas veces, a qué disparan. Sin descanso necesario, doloridas, demandadas por una teta insaciable o aún peor si sacia cuando no debería, con poco tiempo para lujos, como largas duchas o peluquerías...
Con música de fondo no elegida y visitas constantes de familiares y amigos, que con buena fe y muchas ganas, vienen a conocer al recién nacido. La madre sólo está ahí. Muchas veces se descuida preguntarle a ella, a la que ha parido. Y lo que es más importante, ¿qué necesita? ¿será tranquilidad? ¿será que dejen de atosigarla con consejos bienintencionados que no ayudan sino que juzgan? ¿será simplemente que no vayan a verla todavía?
¿Y el padre? A menudo buscando su lugar sin encontrarlo. Con suerte y si atina, estará atento a su pareja, y aunque puede que las señales no sean claras, estará ahí, y seguirá estando, sin hacerse a un lado. Todos buscan reubicarse. La obra ya no es la misma porque entra en escena un nuevo personaje, y la trama cambia, y los protagonistas también; hasta los secundarios dejan de serlo, y quizás deban entrar en acción con la nueva escena.
Toda ayuda será bienvenida. Lo que antes era rutina, limpiezas, cocina...Ahora es misión imposible. La película ha dado un giro vertiginoso y se espera con desesperación, a veces declaradamente vergonzante, la mano de santo, o de santa, que se haga cargo de lo doméstico.
Sensación de no llegar a nada queriendo estar en todo. Sensación de tiempo que no avanza y manecillas de un reloj que corren a velocidad de vértigo. Momentos extrañamente inquietantes que suelen detenerse con la presencia serena del recién llegado.
Montaña rusa por un tiempo.
-Me habían contado pero no lo imaginé así.
A veces, el miedo, la decepción y la angustia pueden irrumpir sin previo aviso y desmontar el guión soñado, y entonces, sólo queda improvisar. Sin lucimientos.
El postparto, ese cuento que jamás te contaron, pero al que sobreviviste para disfrutar de lo soñado.