Me he dado cuenta que me paso todo el día riñendo a mis hijos. Cuando no es una cosa es otra: se pelean, gritan, no hacen caso, se saltan las reglas, ... Sí, me paso todo el día riñendo a mis hijos cuando quizás debería estar invirtiendo toda esta energía en algo más productivo. Seguro que estas frases te suenan, te suenan porque si estás leyendo este artículo probablemente estés buscando ayuda porque tú también te pasas el día riñendo a tus hijos aunque no te gusta hacerlo ni reconocerlo. Sí, somos personas imperfectas. Madres que nos desbordamos. En este artículo quizás pueda ofrecerte algunas ideas o ayudarte a encontrar alguna solución, aunque sabrás que no existen baritas ni pociones mágicas para la educación de nuestros hijos.
Yo, igual que tu, me equivoco muchas veces. Uno de mis mayores errores es perder la paciencia. Me doy cuenta de ello cuando veo que me paso todo el día riñendo a mis hijos. Y ¿por qué? ¿Qué es lo que ocurre? En este artículo reflexiono contigo sobre qué es lo que puede estar causando esta situación.
Me paso todo el día riñéndo a mis hijos ¿Dónde esta el problema: en ellos o en mí?
Supongo que depende, ya lo sabes. Hay días en los que una está más crispada, cansada o alterada que otros. Y esos días estallamos con mayor facilidad. Humano pero erróneo. Porque si unas veces somos permisivas y otras no, no conseguimos otra cosa que confundir a nuestros hijos y restarnos credibilidad.
Hay días en los que todo nos supera, porque por más que intentemos que coman sano y variado, ellos se resisten y dejan el plato intacto, sin probar las verduras o ese caro pescado a la plancha que con tanto amor les hemos preparado. Y reñimos por no comer.
Los niñ@s son caprichosos por naturaleza pensamos. Nos tienen la medida tomada y saben con qué chantajearnos. Bueno, quizás no sea para tanto, vamos a ponerles un plato de pasta y de postre un flan, así se acabó el problema y dejamos de reñir por hoy. Error de nuevo, volvemos a restarnos credibilidad, y perpetuamos el espiral de las riñas diarias.
Hay día que nos entrometemos más de la cuenta en sus actividades diarias, en sus juegos, en sus riñas, en sus disputas y acabamos perdiendo la paciencia. Pero si somos capaces de alejarnos un poco observaremos que pueden resolver sus conflictos perfectamente solos, que dejándolos jugar a su libre albedrío juegan y comparten, que esas riñas entre hermanos que tanto nos enhebran son perfectamente normales y que no debemos ejercer el papel ni de policía ni de juez. Así que una vez más, me doy cuenta que el problema reside en mí, y que debo ser yo quien cambie un poco de actitud.
El problema de las expectativas
¿Y qué me decís de las expectativas? De esas expectativas que depositamos en nuestros hijos. Unas expectativas normalmente excesivamente altas y que con tanta frecuencia nos frustran. Expectativas en cuanto a lo que esperamos que hagan, digan o reaccionen. Por que no hay nada peor que esperar algo de alguien y que no se cumpla. ¡Gran reto para todos los padres evitar proyectar en sus hijos esas expectativas en cuanto al hijo soñado y deseado!
Mamás, papás, debemos aceptar a nuestros hijos tal y como son, con sus más y sus menos, guiándoles pero sin domesticar. Me refiero a que muchas veces nos pasamos todo el día riñendo a nuestros hijos porque pretendemos que sean de otro modo, que se comporten como niños que no son ni serán. Eso no quiere decir que debamos dejar que hagan lo que quieran, todo lo contrario, hay que educarles y guiarles, pero sin ejercer un control excesivo ni un dominio sobre todo lo que hacen o dicen.
Sí, a veces confundimos educar con controlar ... Y cuando nos pasamos todo el día riñendo, día tras día es que hay algo que no estamos haciendo bien. Las riñas constantes y diarias pierden efectividad, no sirven para nada, no son educativas, solo perpetúan ese círculo vicioso en el que hemos caído. ¡Rompámoslo! Hoy evita reñir, razona tus argumentos o sencillamente déjalo pasar. Tampoco es bueno discutir por todo, desgasta y agota.