Te diré la verdad. Para variar. Y luego te soltaré unas cuantas mentiras.
Un alumno me escribió.
Verás, el buen hombre me escribió algo así:
Tengo un cliente muy gordo a punto. A puntico.
Todo guay, me contactaron, llevamos tiempo hablando y parece que ya está todo. Parece. A puntico.
Ahora me pide tal y cual cosa que no es exactamente lo que hago, pero bueno. También me pide esta otra, que me toca los cojones, pero bueno. Y esta otra, que no entiendo para que sirve, pero bueno.
Y una propuesta en la que le ponga el tiempo que me llevará. Que eso le ayudará «a vendérselo a lo de arriba.»
¿Que hago?
¿Qué le contesto?
Se lo doy, ¿no?
Se lo doy y cierro el trato… ¿verdad?
¿Verdad?
No sé si la situación te suena.
Es mentira, sé que te suena.
No sé que harás cuando te encuentras esta situación.
También mentira, sí lo sé.
La mayoría se baja los pantalones, se reboza en vaselina y para cuando el cliente pide algo se da la vuelta, reclina y apunta con el dedo índice.
Y eso, eso sí, cierra el trato.
Mentira, joder. Mentira también. Eso da lugar a otra petición, y a otra y… ¿a otra? A otra no. Lo siguiente es que te ves diciendo «Estaba a punto y desapareció. No sé qué ha pasado. Le di todo lo que me pidió y ni por esas.»
Bueno, bien, vale.
En el newsletter te digo lo que tenías que haberle dicho.
Un puñado de frases con las que conviertes a clientes que cuestionan tu autoridad en feligreses deseosos de mandar a paseo a tus competidores para trabajar contigo.
¿Dónde te apuntas? Aquí:
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