Dentro de poco rato, en prácticamente toda Europa, vamos a realizar el “cambio de hora”. Pasamos al horario de invierno y a las 3 de la madrugada, serán las 2 . Una hora menos que anuncia más oscuridad , días más cortos y , si no fuera por el cambio climático, diría “frío” pero me temo que hará un tiempo más fresco pero no invernal ( que se lo digan al anorak nuevo que tengo en el armario desde el año pasado).
En casa aún tengo dispositivos que no cambiarán de hora automáticamente. El reloj que veo al despertar, el reloj de la cocina y el reloj del horno.
Así que hago una tontería muy tonta : no cambio la hora de los citados relojes solo durante el primer día. Así, cuando despierto , veo la hora y tardo unos segundos en darme cuenta que es una hora menos y siento un gran placer por haber ganado una hora al día. Lo mismo me pasa, cuando miro el de la cocina y mi mente me dice: ¡Eh! ¡Es una hora menos!
Esta sorpresa, en forma de regalo de tiempo ficticio, solo es viable unas dos o tres veces como mucho.Tras las dos primeras, el cerebro ya sabe que el reloj no está en hora y ya no hay sorpresa. Solo el recordatorio que debes sacar el reloj de la pared y mover las manecillas…