Este mes empezó con un evento fuerte, removedor y movlizador. Luego de muchos años, declaré como testigo en un juicio. Días antes de esto, mi compañero volvió de estar trabajando fuera de casa casi por un mes. Un poco mas atrás, mi pequeño comenzó el jardín en sala de 3.
Estar sola, luego comenzar a trabajar, luego el juicio y el trabajo... las exigencias propias y ajenas me estuvieron tensionando y de alguna manera por ellas mismas, y para poder seguir y cumplir con todo, quizas me perdí de mi.
En medio de todo esto, está él, mi único cachorro. Ya casi de tres años, el pequeño siente las ausencias y las reconoce como tales. Durante la ausencia del papá su control de esfinter se perdió. Dejó los pañales en diciembre y estuvo bien todo el verano, pero marzo fue un bochorno. En casa, conmigo, no habia mayor drama. Pero en el jardín de infantes siempre se mojaba. Y también lo hacía si salíamos de visita o si yo estaba un poco desatenta a él, preparándome para salir, por ejemplo. Todo cambió cuando llegó el papá. Esos días, entre su llegada y lo conflictivo de la proximidad del juicio el cachorro estuvo bien. Volvió a controlar esfínter sin problema. Todos felices.
Pero el juicio me movilizó mucho, reviviendo lo pasado, reencontrándome cara a cara con ese pasado lejano y triste. El juicio despabiló todo lo que había decantado y lo dejó a flote, revuelto. Todo: los amores, los dolores, las heridas, los miedos, las alegrías, el frío, las broncas, injusticias, los errores, los ataques. Ahora esta todo ahí, rondándome. La gente me dice que descanse, que ya va a pasar, pero me gustaria liquidar todo de una sola y ultima vez. No lo logro.
Y el tiempo pasa y mi vida de ahora exige sin importarle demasiado esto que me perturba. Y para seguir, sigo e ignoro. ¿Me ignoro? Posiblemente. No hubo tiempo de reposo, de distancia. No hubo tiempo de casi nada. Todo pasó y yo debí seguir respondiendo al entorno, trabajando en las clases, preparando las clases, yendo al campo, visitando familia, armando cumpleaños, preparando material, etc. Yo tampoco me dí lugar.
Y en medio de todo esto, esta él, que ahora me mira desde la distancia y no pide de hacer caca. Y a veces se hace pis. Él, que ya tiene tres años y lo siento alejarse. Pero quizas yo o alejé con todo este lío. Él, que ya es un pequeño niño, bonito y simpático y tiene una mamá demasiado atrasada en las cosas que exige el afuera de un país que tiene una inflación que se come el sueldo y nada alcanza. Él que no tiene porque entender esto, que solo necesita que esté para él, pero eso me es tan tan dificil ahora. Y me siento la peor madre del mundo por postergarlo cuando tengo que trabajar. Por estar todo el día sin verlo de 8 a 22hs. No importa que solo sea un día que pase eso, para mi es terrible esta lejanía.
Y me siento una mala madre. Porque estoy triste y nerviosa. Porque no logro relajarme y dedicarme a él como en el despreocupado verano. Porque las malditas finanzas me exigen encontrar la manera de ocupar las dos tardes que le dedicaba buscando otro trabajo. Y porque estoy tan infinitamente atrasada y autoexigida que no lo disfruto. Y cuando lo hago... esos breves momentos, soy feliz. Con mi cuerpo cansado, soy feliz con mi voz cansada, con mis restos de paciencia con él deberían ser infinitos pero no doy mas y veo que él lo está pagando.
Asi me siento y me pienso y lloro, y luego me encuentro con un video o una imagen y pienso si realmente él lo vivirá tan asi. Porque pese a todo se rie, baila, canta, dibuja, juega y lo suelo acompañar en esto. Y paseamos y nos abrazamos y besamos y dormimos juntos. Entonces dudo de mi autoexigencia, y lloro más.
Pero pese a todo esto, en este mes que duró un año, él no se ha permitido pedir de ir al baño. Y se hace encima y le causa gracia.Y esto, me duele en el alma y me enfurece matándome los restos de paciencia. Y no se qué hacer. Ya lo hablé, lo pedí, le tuve paciencia... y no se me ocurre que más. Darle tiempo, intentar conectar, relajar... pero no se si es por esto que lo hace.
Así estamos, es dificil este mes que se acaba.