Me siento un cuatro. Hoy me he levantado sintiéndome un cuatro, el dolor doble que padezco entre el tres y el ocho apenas me deja tiempo para descansar. Cada semana cuando bajan los tipos de interés voy a la escuela. Allí suelo aprender que las hipotecas son préstamos en la asignatura de literatura. Me fascinan los cuentos de ricos que viven sin preocupaciones. En cambio mi economía está regulada por mis padres que me dan cada semana diez euros para invertir.
Otra asignatura en la escuela se llama ahorrar. Nos enseñan a recortar nuestros gastos para tener un fondo con el que cubrir las necesidades del futuro. La sanidad es muy cara y pocos se pueden permitir un seguro. Además, en mi caso, padezco de la enfermedad del diez, que me causa terribles dolores entre el tres y el cinco. En historia de la economía, otra asignatura que tengo con frecuencia, nos enseñan las distintas filosofías económicas a lo largo de la historia. Es una asignatura interesante aunque ni mi profesor ni yo entendemos qué significa "filosofía". Mi profesor dice que es un número irracional arcaico y vacío que valoraban los antiguos.
Los antiguos, siempre me dijeron mis padres que eran muy primitivos. Solían pensar que los números irracionales eran más importantes que los números naturales, cuando en realidad los números naturales están en la naturaleza, en el universo y en la vida. No me quiero imaginar que números como democracia, justicia, bien y sentimientos fuesen importantes para mi pueblo, ya que la naturaleza económica ordena a la perfección la estructura de una sociedad, mientras que los números irracionales son errores deficientes del razonamiento humano por ser una especie imperfecta. Y basar una economía productiva en errores del razonamiento es querer asegurarte una crisis económica. Por eso se meten en las cárceles a los ceros que defienden las irracionalidades.
De vez en cuando nos enseñan en el colegio a especular porque es una herramienta muy útil para ganarse la vida cuando tenga dieciocho años. En esos momentos espero sentirme uno y no cuatro como hoy. Una vez, mi amigo trigonometría, se encontró un libro en la basura que se titulaba "La República" de un tal Platón. Hablaba de cosas raras, y se expresaba en un lenguaje extraño donde no había números ni ecuaciones, ni conceptos económicos que describiesen cosas. Alguien que pasaba cerca le llamó la atención y sus padres le castigaron con una sanción económica por coger cosas herejes de la basura. Cuando me lo contó le dije que era normal porque eso es ser un dieciséis.
No quiero aburrir con mis veintenas y mis primas de riesgo, pero así es la vida del siglo XXII, una vida ordenada y perfecta. Sentirse hoy un cuatro es una faena, pero ser un dieciséis como mi amigo es aún mucho peor. Aquí acaba mi veintena y mañana sumaré otras más mientras los valores sigan en alza.