Llegará un momento en que tú novia o esposa te hará una pregunta ominosa, y fatal:
“¿Me veo gorda?”
Si oyes estas palabras interrogantes… ¡Ten cuidado! Pues tal incógnita entraña en realidad una trampa, cuyas dos posibles opciones no llevan, ninguna, a buen término.
Si respondes que SI, que en realidad su anatomía luce kilos de más, se enfurecerá contigo, pues le has remarcado una realidad que ella ya conocía, pero que se niega a dar por sentado y que intenta eludir con todas su fuerzas. Si contestas que sí, ella, esperando que mintieras, solo sentirá que TÚ tienes la culpa de su obesidad y decidirá hacerte la vida imposible el resto de la semana.
Si respondes que NO, que sus regordeta figura no tiene nada de sobregirada, se enfurecerá contigo, pues, sabedora -gracias al espejo y las basculas, que tiene quince kilos de más- que esta rolliza, sabrá claramente que estas mintiendo y aunque esperaría que lo hicieras, tu falta de sinceridad la erizara y le restara confianza a su relación, además de culparte a TI de su problema anatómico, por lo que decidirá hacerte la vida imposible lo que reste de la semana.
Como pueden ver, una simple pregunta hecha por una mujer no tiene opción válida posible, así que solo queda escoger la que creas que es menos nefasta para ti y rogar porque la furia de tu Eva no calcine los despojos de su íntimo Edén, donde ni Dios ni la serpiente se atreven a asomarse ya, temerosos de recibir una bofetada de propina.