Revista Cine
Director: Martin Scorsese
¿Cuándo fue que comentamos "Goodfellas", "Casino" y "The Departed"? ¿Lo recuerdan? Yo, en lo personal e íntimo (e infinitamente redundante), no estoy seguro de la respuesta. Ahora vemos "Mean Streets" y la idea era ver sus películas de mafiosos de una tirada, aunque me constaba que el presente film, erróneamente considerado como la opera prima de Scorsese (no cuesta nada usar Wikipedia, compadre), no es precisamente una película de mafiosos, al menos no como esas otras películas con Joe Pesci y Robert DeNiro o Jack Nicholson y Leonardo DiCaprio."Mean Streets" es una película más bien callejera; un retrato, rebosante de autenticidad, de un barrio y una forma de vida, con sus luces y sombras, en donde los muchachos crecen jugando con una pelota en las atestadas calles que tienen por patio para convertirse en apostadores, en contrabandistas, en criminales o en sujetos de actividades al filo de la ilegalidad, que van a tomarse unos tragos al bar del amigo acá presente, a jugarle a la combinación ganadora que generosamente te sopló aquel buen sujeto de rimbombante apodo (como el de todos), o a, aunque sea algo no muy grato porque siempre todos se consideran tipos amistosos y dados a la confraternidad, cobrarle las deudas a los ñatos muy alegres y hasta muy irresponsables, tanto que tienden a la conducta antisocial, no dejándose ver durante días y prefiriendo rincones en donde no llega la luz a fin de que nadie te vea. La mafia está por ahí cerca, claro que sí, imposible ignorar la figura de aquel gran señor que, sentado, atiende sus negocios y hasta comparte con los vecinos que conoce de toda la vida, especialmente con esas buenas señoras cuyos hijos, ese gran señor, sabe en qué malos pasos andan y qué ingratos son por hacer sufrir así a la persona que les dio la vida. Pero lo que más hay es simple delincuencia, mejor o peor vestida, día y noche, en su perpetuo fluir de alternativas, y en medio de eso se encuentra Harvey Keitel, persona cuya espiritualidad cristiana se relaciona ambigua y algo contradictoriamente con sus actividades, porque aunque no tiene trabajo conocido puede ganarse la vida sin mayores problemas materiales, pero consciente de sus pecados y convencido de que sus malas acciones no se perdonan con oraciones y demás pantomimas sino que con otras acciones, lejos de las iglesias, ahí en la calle, ayudando a los muchachos que necesitan ayuda, que están metidos en líos, que no se dan mucha cuenta de la pendiente por la que caen y hasta prefieren la adrenalina del trayecto, después de todo así son las calles, alguien se devora a otro, la noche devora al vagabundo, y sus leyes imperan por sobre otras, no se puede rescatar a quien no paga sus deudas ni respeta a sus superiores (a fin de cuentas siempre se debe responder ante alguien), muchos menos un chico italiano puede andar caminando de lo más zalamero con una negra, qué van a pensar los demás. "Mean Streets" hasta podría ser considerado un coming-of-age: el proceso, palpitante y real (jamás efectista, retrato hecho con el ojo honesto de un Scorsese que sabe lo que filma, y no filma precisamente la "sordidez de los bajos fondos", lugar común de realizadores provenientes de cunas de oro o de academicistas panfletarios), de un muchacho que constata la verdadera cara de la dura realidad y cuán ruda es con quien tiene sensibilidades distintas y complejas. Y de eso se trata, del protagonista viviendo, luchando por ser un individuo (que es lo primero por lo que se debe luchar), intentando dilucidar qué está bien y qué está mal según él, debiendo decidir si actuar por principios suyos o ajenos, compartiendo con sus conocidos, mientras por acá y por allá las cosas se despeñan un tanto repentinamente y otro tanto inusitadamente, y de brazos cruzados no se va a quedar porque la penitencia por tus pecados no se hace en la iglesia, esa mierda déjasela para los burgueses domesticados que de seguro tienen más basura dentro de sí mismos que cualquier garito inmundo de los barrios de inmigrantes, la penitencia se hace en las calles, en las malas calles, las calles malas, las calles peligrosas, las calles auténticas y genuinas..."Mean Streets", obra maestra. Películas así mantienen fresca y caliente tu sangre.Martin Scorsese: genio y maestro. Directores así, arriesgados y rabiosos y salvajes (esta película es un salto al vacío y un primer paso a la gloria) y personales (hay Cassavettes, pero no lo dudemos ni por un segundo: esta película es Scorsese puro), son los que elevan el cine a la categoría de verdadero arte.Maravilloso cine, cine libre: es por el que vivimos y respiramos.