Todos necesitamos tener recursos cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles. Para ello, los mecanismos de defensa nos ayudan a protegernos de todo aquello que pueda ser una amenaza y hacernos daño. Sin embargo, no siempre actúan de esta forma; a veces ocultamos, negamos o cambiamos las situaciones para que no nos hieran. Así pues, estos mecanismos dejan de protegernos para hacernos esclavos de estrategias inadaptativas.
¿Qué son los mecanismos de defensa?
Los mecanismos de defensa se desarrollan en la etapa infantil como forma de protección frente a las amenazas o peligros percibidos y serán uno de los elementos principales en la construcción del carácter de los niños. Se utilizan de manera inconsciente y estarán presentes en el estilo de personalidad a lo largo de sus vidas.
En función de las experiencias de vida del niño y la enseñanza dada por los padres, utilizará cada uno de esos mecanismos para afrontar los peligros a los que se enfrenta. Sin embargo, dependiendo de cuáles le sean más útiles para conseguir adaptarse a las situaciones, el niño irá seleccionándolos y generando lo que será su estilo de carácter futuro.
De este modo, cuando entramos en la etapa adulta, los mecanismos actúan como una tendencia inconsciente en nuestra forma de comportarnos, pensar y sentir. Nos permiten defendernos de las amenazas que percibimos en nuestra autoestima, integridad, valores, moralidad, deseos, derechos y estatus. Lo que ocurre es que, cuando tenemos que resolver un problema y alguna de las anteriores se ve en peligro, se produce ansiedad, por la que nuestros mecanismos de defensa se disparan. Esto ocurre ante el miedo de que sucedan cosas desagradables reales; pérdida de control, incapacidad de afrontarlo y de que se produzcan consecuencias negativas por ello.
Para poder protegernos y atenuar el daño, los mecanismos de defensa que podemos utilizar son: afiliación, anticipación, devaluación, idealización, proyección, negación, agresión pasiva, racionalización.
Los mecanismos de defensa no siempre nos protegen
Hasta aquí sabemos que los mecanismos de defensa son normales y todos los utilizamos como forma de protegernos de nuestras vulnerabilidades. De esta manera conseguimos mantener nuestra integridad física y psíquica desde que somos niños. Sin embargo, aunque en la infancia estos estilos los podemos considerar adaptativos, cuando el individuo crece y sigue utilizándolos de manera intempestiva pueden llegar a ser disfuncionales y ocasionar gran cantidad de problemas relacionales y emocionales. En el momento en que estas tendencias se utilizan de manera rígida y la intensidad o la frecuencia de su uso es excesiva, podríamos estar ante problemas patológicos que requieren de tratamiento. Estas conductas llevadas al extremo pueden producir tendencias obsesivas e incluso neuróticas.
Cuando esto sucede, nuestra mente nos empuja a creer que no podemos resolver los problemas de una manera diferente a como lo hemos hecho hasta ese momento. O, si lo hacemos, creemos que aparecerán consecuencias terribles para nosotros. El problema es que las estrategias que nos empeñamos en utilizar para resolver nuestras dificultades no son suficientes; no nos sirven. Se vuelven desadaptativas y que aumentan los problemas. Así, nuestro cuerpo y mente comienzan a mandarnos señales de aviso y a veces son tan fuertes que llegan a reflejarse intensamente a través de síntomas psicológicos y físicos patológicos.
Algunos de los síntomas más frecuentes pueden ser estrés, ansiedad o depresión, las cuales frecuentemente son acompañados por disfunciones biológicas, pérdida de sueño o apetito, enfermedades psicosomáticas como úlceras, problemas de autoestima, dependencia emocional, malas relaciones sociales, incluso pueden presentarse otras conductas más graves como el suicidio y los trastornos delirantes.
¿Qué puedo hacer cuando dejan de protegerme y me crean problemas?
Como ya hemos mencionado, los mecanismos de defensa se crean a lo largo de la vida. Con nuestras experiencias y educación parental se forma una idea fija en nuestra mente de cuál es la manera en la que podemos resolver nuestros problemas. Hasta ese momento, nos han resultado útiles consiguiendo protegernos de las amenazas pero, cuando esto ya no es así y nuestras estrategias ya no nos sirven, nos resulta difícil e incómodo dejar de depender de esos mecanismos de defensa.
Requiere que hagamos justo lo que estábamos evitando hacer: permitirnos ser vulnerables. Esto no es una tarea sencilla, ya que estos mecanismos suelen actuar con fuertes resistencias. Se necesita de un profesional de la psicología que nos ayude a hacernos responsables y que pueda identificar cuándo nos ponemos a la defensiva.
El poder determinar cuáles son los mecanismos de defensa utilizados por una persona es fundamental para poder mejorar . No olvidemos que su función consiste en proteger este equilibrio, permitir el desarrollo de la personalidad, facilitar la socialización y el contacto con la realidad. Solo se producen problemas cuando su uso persistente conduce a un comportamiento inadaptado que afecta negativamente a nuestra salud física y la interpretación de la realidad.
Me siento identificado
Desde Psicoabreu te ayudamos a conocer tus mecanismos de defensa para luego identificarlos y posteriormente flexibilizarlos
en nuestro carácter. De esta manera se consigue reducir el nivel de estrés emocional, las emociones desagradables serán más toleradas y las relaciones sociales más fáciles y enriquecedoras. Detectarlos desde la conciencia y reflexión para aprender una respuesta afrontativa y sana que facilite el retorno al equilibrio emocional. Sería preguntarnos ¿Qué estoy evitando?
Un espacio terapéutico, de introspección y reflexión como nuestro gabinete de psicólogos en Málaga, Fuengirola o Ronda, puede dirigir la atención hacia qué te es difícil y angustioso y ayudar de esta manera a descubrir cómo puedes hacerlo de forma que te permita afrontar el problema de raíz.
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