Revista Deportes
Acaban de finalizar los Juegos Olímpicos de Río 2016 y no salgo de mi asombro de cómo, aún con lo que ha dado el deporte a este país, todavía tenemos una sociedad de incrédulos, de malpensados, habladores y ventajistas.
El medallero dicta que son los mejores Juegos después de Barcelona 92 y aún hemos tenido que soportar el carácter tremendista de una gran mayoría de la población donde, después de unos primeros días competitivos que no conseguíamos medallas, despotricar hasta de la ropa que llevaban nuestros representantes (por decir algo insulso a los resultados deportivos).
Que si nuestros ÑBA están para retirarse, que si para qué demandan tantas instalaciones si después nos pasan en el medallero hasta Belice, que nuestros atletas no están preparados, que si no ganamos nada, que si, que si.....Y en estas hacen su aparición los Rafa Nadal, Mireia, Carolina... desplegando un espíritu que cala hasta en los muertos donde su comportamiento competitivo es emblema y herencia para futuros deportistas y olímpicos; nuestro equipo de basket empieza a funcionar, regatistas, palistas, rítmica, atletas...todos, los que han conseguido preseas y los que no. Ahora, claro, ¡que viva España!
Seguimos siendo una sociedad tan inmadura y ventajista que hacer análisis y balances ante de es deporte mayoritario, además ahí ganamos el oro. No nos damos cuenta que estamos faltando el respeto a muchos días de preparación (4 años mínimo), ninguneando y faltando a la confianza de gente que dedica su vida al deporte y por ende, a los que nos gusta, hacernos felices?
Me indigna este tipo de comportamientos, por ello es por lo que hago denuncia aunque sea de esta forma.
La lengua es un músculo que utilizamos demasiado y solemos educar poco. Un respeto a los deportistas y dejemos las valoraciones para el final.
Por mi parte, muchas felicidades y mi reconocimiento a quienes han invertido tanto tiempo de su vida a practicar deporte, hayan o no obtenido medallas y premios y, sobre todo, tengan el oído bien tapado ante tanta opinión ventajista con el único propósito de desacreditar y ningunear los esfuerzos.