![Medallones, de Zofia Nalkowska Medallones, de Zofia Nalkowska](http://m1.paperblog.com/i/86/866673/medallones-zofia-nalkowska-L-dS15zS.jpeg)
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Medallones es, en mi opinión, un documento sumamente revelador para todo aquél interesado en la barbarie nazi. Y lo es por varios motivos. En primer lugar, lo escribió una miembro de la Comisión de Investigación de los Crímenes Alemanes en Polonia (en 1949 se sustituyó "crímenes alemanes" por "crímenes hitlerianos"). En segundo lugar, fue escrito durante los últimos meses de la guerra y los primeros tras la derrota de los nazis. En otro momento me he referido al espíritu casi visionario que tienen estos libros escritos a caballo de la tragedia, al mismo ritmo que se desarrollan los acontecimientos. ¿Qué debió de sentir el público al enfrentarse, en 1946, al indescriptible horror descrito en la primera historia, "El profesor Spanner", donde vemos a la Comisión interrogar a testigos y colaboradores de los "doctores" que perpetraron indecibles montruosidades? Se trata de un relato difícil de aguantar, en el que se nos describe de manera espantosamente explícita el proceso de obtención de grasa humana para fabricar jabón, y otros experimentos cuya veracidad fue cuestionada en los juicios de Nueremberg (de hecho, parece que todavía hoy se carece de datos concluyentes al respecto).
Y en tercer lugar, y juzgando por este brevísimo libro, Nalkowska, hasta ahora una absoluta desconocida para mí, era una narradora extraordinaria.
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Las ocho historias que componen el libro se leen en apenas un par de horas, suficiente para lanzarnos de lleno a la abyección más absoluta a que se ha rebajado el ser humano. Nalkowska, aparte de interrogar a los "doctores" mencionados arriba, habla con víctimas de los campos de exterminio, así como con testigos de las atrocidades que, desde la relativa protección que les brindaba su condición de no judíos, poco o nada pudieron hacer para evitarlas. A diferencia de Claude Lanzmann en Shoa, Nalkowska prefiere no hurgar en las heridas. Allí donde el cineasta francés veía una injustificable pasividad del pueblo polaco frente al sufrimiento judío, nuestra autora, como es natural, ve las cosas desde dentro. Ello no significa que se tape los ojos: allí donde hay judíos, hay antisemitas, también en Polonia.
... Si los alemanes pierden la guerra, los judíos nos matan a todos... ¿Usted no lo cree? Pero si hasta los mismos alemanes lo dicen. Y también lo ha dicho la radio.
... dice "La mujer del cementerio", uno de los relatos más "suaves" del libro. El resto de historias tienen aire de viñetas, son de factura impecable en su sencillez, frialdad y crudeza, nos proporcionan valiosísimos testimonios a nuestro siempre insuficiente conocimiento del holocausto, y constituyen, dentro del horror constante que describen, un ejemplo de contención por parte de la autora. La vida en los campos de exterminio, en el gueto, o en los días posteriores al fin de la guerra son descritas con maestría y desde la distancia emocional. Nalkowska da voz a sus interlocutores y, en gran medida, se abstiene de intervenir.
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-Un día, era martes, del tercer camión que llegó de Chelmno descargaron los cuerpos de mi mujer y mis hijos: el niño tenía siete años y la niña, cuatro. Entonces me tendí sobre el cuerpo de mi mujer y les dije que me dispararan. No quisieron dispararme. Un alemán dijo: 'El hombre es fuerte, todavía puede trabajar.' Y se puso a pegarme con un palo hasta que me levanté.
En resumen, un libro excelente sobre una de las mayores vergüenzas de la humanidad, y al que, en este caso, se le agradece la brevedad.