Revista En Femenino

Media hora

Por José Mª Ruiz Garrido @laparejadegolpe
La mejor media hora en bastante tiempo, Luke. Es lo que duró el trayecto de vuelta en autocar desde el Castillo de Niebla hasta tu cole. No es que tengamos pocos buenos ratos, los tenemos constantemente, nos divertimos mucho. Pero el miércoles pasado, esa media horita, fue genial.
Ese miércoles tocaba excursión, y cada niño o niña del cole tenía que ir acompañado por uno de sus padres. Así que yo era de los pocos –por no decir el único– que llegó al centro con un peque de cada mano. Y sonriendo de oreja a oreja. La mañana había empezado con cierta tensión, porque había que llevaros con el disfraz de caballero que la Maestra-Jedi había hecho para vosotros, y ya sabemos lo poco –o nada– que te gusta disfrazarte. Pero después de tanto tiempo hablando de la excursión y el castillo, nos llevamos la primera sorpresa del día: disfraz puesto, y corona bien colocada en la cabeza. Primera prueba superada.
Media horaEl resto de la mañana la pasamos subiendo a las murallas, bajando a las mazmorras, y buscando las letrinas que tantas ganas de ver tenía tu hermana Leia. Nos tomamos juntos la merienda, nos hicimos fotos, y recorrimos el patio y los pasillos con ojos de asombro y curiosidad. Siempre de la mano. Allí estaban todos vuestros compis del cole, vuestros amigos, pero no me soltasteis ni un momento, no me fuera a perder. Toda la mañana juntos, con los mejores cuidadores del mundo.
El trayecto de ida íbamos los tres sentados juntos, un poco dormidos aún al fondo del bus, pero en el de vuelta tu hermana tuvo que sentarse delante, con tu seño, porque no había sitio libre. Yo estaba un pelín mosca por eso, pero en esa media hora de trayecto me hiciste olvidarlo todo. Leia estaba bien, jugando al Veo Veo.
Media hora de trayecto por delante. Y tú y yo empezamos a charlar, a jugar, a reírnos, a cantar, a hacernos fotos de #facepalms. No sé cuántos coches nos adelantaban o adelantábamos, ya llevabas tú la cuenta. Creo que hasta algún adulto nos miraba extrañado. Al rato se unieron al juego y las risas dos niñas de tu clase que se sentaban delante nuestra, y luego otro amigo más que iba detrás. Y luego otro más. Te vi reirte con tus compis, y conmigo, todos juntos. Te llamaban a voces, chillabais, os perseguíais, yo siempre en medio, pilla-pilla, cara de tortilla, más chillidos y más risas flojas. Tu cara y tu risa eran impagables. Imagino que la mía también. Y yo que tanto me preocupaba de que te estaba costando un poco integrarte en el cole nuevo. Que sabía que no te gusta del todo eso de participar en clase, y te costaba soltarte al llegar a tu aula. Que durante los primeros meses tenía que buscarte un amigo como Rayo McQueen o un dinoraurio para que te acompañara cada mañana.
Se me olvidó todo. Ni tareas, ni la hora de la comida, ni preocupaciones. Estaba siendo testigo de algo genial. Con mis propios ojos, y participando del momento, de esa media hora. Eras un niño, comportándote como un niño, siendo un niño. Y feliz. Mi niño feliz.
¡Que la Fuerza os acompañe!
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