Cuando se produce una separación toda la familia se ve afectada, los hijos los primeros. Seguramente los padres están convencidos de que la decisión que han tomado es la mejor para todos, aunque esto no va a evitar que los niños sufran y acaben pagando las consecuencias.
Hay ocasiones en que esta separación se produce de mutuo acuerdo, la pareja sabe que no va a ningún lado y siguen sus vidas por separado.
Normalmente en estos casos el hecho de ser una decisión consensuada hace que el proceso sea menos traumático para los niños ya que sus padres son capaces de hablar y ponerse de acuerdo buscando lo mejor para sus hijos, aunque no siempre es así con lo que todo se complica. Y más complicado es aun cuando la decisión parte de un solo miembro de la pareja, surgen resquemores, odio incluso, y se pierde de vista lo más importante, los niños.
Los niños han sido utilizados muchas veces como arma arrojadiza en los procesos de divorcio
Para evitar que la mala gestión en un proceso de separación acabe pasando factura a los hijos, utilizados muchas veces como moneda de cambio, surgió en 2005, al amparo de la nueva Ley del Divorcio, el concepto de mediación familiar y la figura del mediador. El objetivo es buscar un contexto alejado de salas de tribunales y demás pleitos en el que los padres puedan comunicarse y llegar a acuerdos con la ayuda de un mediador.
La mediación en este sentido tiene grandes ventajas ya que ofrece a los padres un espacio neutral donde hablar de como su separación afecta a sus hijos y los problemas que esto genera. Son los padres los que pueden decidir el futuro de sus hijos en cuestiones como dónde van a vivir, visitas, pensión... sin que una tercera persona, vía judicial, imponga sus condiciones, ofrece la oportunidad de llegar a acuerdos sin recurrir a los tribunales. Todo esto va a repercutir en los hijos que se van a beneficiar de este clima de entendimiento entre sus progenitores. Los niños dejarán de sentirse utilizados y el impacto emocional de la separación será menor.
Los actos de mediación familiar son voluntarios pero muy aconsejables
Acudir a este servicio de mediación es un acto totalmente voluntario, pero muy aconsejable si lo que nos preocupa en realidad es el bienestar de nuestros hijos. Los ayuntamientos suelen tener concertado este servicio aunque se puede encontrar una amplia oferta de profesionales. Lo más importante a la hora de elegir uno será contrastar su experiencia y formación. Los padres deben sentirse a gusto ya que son cuestiones muy importantes las que se van a tratar.
Normalmente se realiza una primera entrevista donde el mediador informa sobre el proceso a seguir, lo normal es que se realice una sesión a la semana con los dos padres a la vez, aunque en ocasiones puede ser necesario mantener reuniones por separado. Una vez se ha recabado toda la información acerca de la situación en la familia se comienza el proceso de negociación buscando acuerdos, si estos se alcanzan se plasmarán en un documento que les servirá en el proceso judicial.
La mediación por último no busca arreglar la situación de la pareja, solo el bienestar de los hijos y la armonía de la nueva familia, tampoco es la solución universal a todos los problemas, nada se podrá hacer sin la colaboración y buena voluntad de ambas partes.