En 2005 un magnífico cortometraje del director argentino Gustavo Taretto (Buenos Aires, 1965) se fijaba en un patrimonio aparentemente menor pero de enorme impacto visual en la ciudad de Buenos Aires: sus medianeras. En la película, estas fachadas secundarias eran utilizadas acertadamente como metáfora de la propia vida humana en comparación certera con la evolución y crecimiento de la ciudad.
Aunque el fenómeno es global, en el skyline (panorama urbano) de la capital federal argentina, quizá por el propio diseño de la trama urbana, las características de sus solares y su particular idiosincrasia evolutiva, lo que debería ser una excepción (las paredes medianeras no deberían mostrarse eternamente desnudas) se ha convertido en seña de identidad y parte de su paisaje.
Aquel cortometraje dio lugar a un posterior largometraje (Argentina, 2010) del mismo autor y de idéntico nombre: Medianeras. La película ha tenido importante repercusión y se ha podido ver en salas de cine de medio mundo.
Transcribimos los dos monólogos iniciales de la película que presentan a sus dos protagonistas, chico y chica, Martín y Mariana. Por razones que tienen que ver con la elección del título del filme y con su argumento, la profesión de ella es la de arquitecta.
Buenos aires crece descontrolada e imperfecta, es una ciudad superpoblada en un país desierto, una ciudad en la que se yerguen miles y miles y miles y miles de edificios sin ningún criterio. Al lado de uno muy alto hay uno muy bajo, al lado de uno racionalista, uno irracional, al lado de un estilo francés hay otro sin ningún estilo. Probablemente estas irregularidades nos reflejen perfectamente, irregularidades estéticas y éticas. Estos edificios que se suceden sin ninguna lógica demuestran una falta total de planificación. Exactamente igual es nuestra vida, la vamos haciendo sin tener la más mínima idea de cómo queremos que nos quede. Vivimos como si estuviésemos de paso en Buenos Aires. Somos los inventores de la cultura del inquilino. Los edificios son cada vez más chicos, para darle lugar a nuevos edificios, más chicos aún. Los departamentos se miden en ambientes, y van desde los excepcionales 5 ambientes con balcón terraza, playroom, dependencia de servicio, baulera, hasta el mono ambiente, o caja de zapatos. Los edificios como casi todas las cosas pensadas por el hombre están hechas para que nos diferenciemos, los unos de los otros. Existe un frente y un contrafrente, están los pisos bajos y los altos. Los privilegiados son identificados con la letra A, o excepcionalmente la B, cuanto mas progresa el abecedario menos categoría tiene la vivienda. Las vistas y la luminosidad son promesas que rara vez coinciden con la realidad. ¿Qué se puede esperar de una ciudad que da la espalda a su río? Estoy convencido de que las separaciones y los divorcios, la violencia familiar, el exceso de canales de cable, la incomunicación, la falta de deseo, la abulia, la depresión, los suicidios, las neurosis, los ataques de pánico, la obesidad, las contracturas, la inseguridad, el estrés y el sedentarismo son responsabilidad de los arquitectos y empresarios de la construcción. De estos males, salvo el suicidio padezco todos. MARTÍN. Este es mi mono ambiente, este soy yo. Rodríguez Peña. 1136. 4to. H.
Todos los edificios, absolutamente todos tienen una cara inútil, inservible, que no da ni al frente ni al contrafrente, la medianera. Superficies enormes, que nos dividen y nos recuerdan el paso del tiempo, el smog y la mugre de la ciudad. Las medianeras muestran nuestro costado más miserable, reflejan la inconstancia, las grietas, las soluciones provisorias. Es la basura que escondemos debajo de la alfombra, solo nos acordamos de ella excepcionalmente, cuando vulneradas por las inclemencias del tiempo dejan infiltrar sus reclamos. Las medianeras se han convertido en un medio mas de la publicidad, que en raras excepciones han logrado embellecerlas. Por lo general, son dudosas indicaciones que nos separan de los grandes supermercados o de las comidas rápidas, anuncios de lotería que nos prometen mucho a cambio de casi nada, etc etc etc. Aunque últimamente nos recuerdan la terrible crisis que nos dejo así, desocupados. Los aparatos de aire acondicionado son unas erupciones irregulares que padecen las medianeras producto de la antigüedad de los edificios que no contemplaban sistemas de refrigeración adecuados para una ciudad cada vez más calurosa. Contra toda la opresión que significa vivir en estas cajas de zapatos, existe una salida, una vía de escape, ilegal, como todas las vías de escape. En clara contravención al código de planificación urbana, se abren unas minúsculas, irregulares e irresponsables ventanas que permiten que unos milagrosos rayos de luz iluminen la oscuridad en la que vivimos. Este es mi dúplex, esta soy yo, MARIANA. Avenida Santa Fe. 1107. 8vo. 810.”