Las medianeras siempre están en medio de dos cosas. ¡Qué le vamos a hacer! Es causa y fin de su propia existencia. El término se aplica a la pared divisoria que está entre dos casas o entre dos fincas y que pertenece por igual a los dueños de ambas. También podría aplicarse a quien pudiera ser de dos dueños: los hijos, medianeros de sus respectivos padres; los esposos infieles, medianeros de su amante y de su esposa; los pisos, medianeros de sus ilusos propietarios y de los bancos que les hipotecaron; los ciudadanos, medianeros de una clase política que los parte y los reparte.
Un medianero es también quien pide o quien media por otro para conseguirle un bien o evitarle un mal o la persona que trabaja una tierra a medias con otro a quien reparte los beneficios. Un medianero es el dueño de una casa que tiene medianería con otra.
Pero también Medianeras es el título de una hermosa casualidad, la que me llevó hace un par de días a un pequeño cine de París, le nouveau latina (salle 2).
En el inicio de la película, el autor y guionista, Gustavo Taretto, acusa a los arquitectos de la mayoría de los males de la humanidad moderna: la angustia, la depresión, las fobias, los miedos, … Y yo, estoy de acuerdo con él. Siempre lo pensé mientras caminaba por las horribles ciudades que hemos ayudado a construir.
Pero por otro lado también quiero pensar que son los arquitectos responsables de las cosas hermosas que hay en medio del caos. Al menos casualmente.
Paseo por la ciudad en la que ahora estoy, París, o por otras en el pasado (Madrid, Buenos Aires, Montevideo, La Habana, Roma, Río de Janeiro, Valencia, Barcelona) y encuentro en todas ellas, aún en medio del caos, momentos de felicidad: la sonrisa de unos niños que juegan en un parque; el beso de unos amantes mientras esperan la luz verde del semáforo; las manos entrelazadas de dos ancianos sentados bajo el banco, a la sombra de un árbol encarcelado en un pequeño recinto sin asfaltar; amigos que quedan a la salida de una boca del metro; madres que esperan a sus hijos a la salida de las escuelas; cuerpos que corren por la mañana o por la noche en busca de bienestar; ilusiones de conversación tras la jornada laboral.
Habla Gustavo Taretto de la ciudad de Buenos Aires como paradigma de ciudad sin ordenar. Y yo me pregunto: ¿no será esa precisamente la verdadera fuerza de esa ciudad?
Luis Cercós (LC-Architects)
http://www.lc-architects.com