Revista Música
La pregunta era obvia luego de salir de ver Medianoche en París, la nueva película de Woody Allen: a qué época dorada me gustaría viajar si pudiera? Por supuesto a alguna fundamental en la historia de la música moderna, pero que además tenía que venir acompañada de un cambio cultural vertiginoso.
Los 50 en Memphis, los 60 en Liverpool, Londres o la campiña de Woodstock, los 70 por los pútridos clubs de New York, los 80 de Madchester o los 90 en Seattle. Todas sonaban tentadoras, pero todas no valían eh. Había que elegir una. E inesperadamente llegué a la conclusión de que (y perdón por develar el gran truco de la película) me encantaría que me pase a buscar por una perdida esquina porteña una Vespa con Vicentico, futuro cantante de los Cadilllacs a bordo, y que me lleve al Stud Free Pub a ver la primavera rockera argentina de principios de los ochentas.
La historia de la Vespa la leí en una nota que dieron hace un tiempo en la Rolling Stone. Vicentico y Flavio iban juntos a ver a Sumo y a todas las “banditas” que salían como hongos de esa cloaca maloliente que fue el proceso. Los ochentas. Humeantes. Químicos. Plásticos. Abundantes en gel.
Y con una energía escénica mítica. Ahí me gustaría viajar cada noche cuando las campanadas viajeras aparezcan. Pero inmediatamente otro pensamiento me asaltó.
En el futuro, nuestra época será referencia para los futuros melómanos? Está bien que todo tiempo pasado fue mejor, pero creo que directamente van a saltearse los 2000. Estas décadas no han producido ningún fenómeno a nivel música popular que pueda destacarse y es una continua revisión de lo que pasó en otras épocas. Con mejor sonido, mejores capas de sinthes, con alguna mixtura de estilos, pero sin la profundidad que trascienda las barreras de las canciones y pase, por ejemplo, a ser referencia cultural. Simon Reynolds, periodista de The New York Times afirma en un ensayo, contundente, que hay una desaparición de lo nuevo y lo actual en la música.
“Hasta el año 2000 las décadas siempre tuvieron sonidos que definieron una época. Esos estilos musicales suelen tener un punto de apoyo en el pasado, pero siempre llevaron sus fuentes hacia nuevas direcciones, seguidos de un elemento de moda muy característicos, nuevos rituales o movimientos de baile. En estos últimos años ha surgido un concepto que identifica el síndrome: la atemporalidad, o la ausencia desconcertante de un carácter contemporáneo en buena parte de la cultura pop actual", dice el pesimista Reynolds.
Como amantes de las nuevas canciones tenemos que ser más optimistas. Y siempre estamos buscando canciones que nos hagan decir: “esto es otra cosa”. Pero luego de la peli de Allen me dieron ganas de escaparme de los followers en twitter, las movidas de lanzamientos, los you tube, los taringa, el escuchar música a los pedos, los random, y subirme a la moto de Vicentico. Qué no existe? Estoy decidido a inventarla.