No importa que no haya evidencias, no importa que, en algunos casos tras siglos de prácticas, no haya ensayos clínicos y que, si los hay, las conclusiones son que tienen el mismo efecto que un placebo, no importa que contradigan el sentido común y todo que sabemos de ciencia (y que hace funcionar el mundo), lo que importa es que “el principal problema por el que atraviesa este tipo de medicina es la falta de profesionales médicos y farmacéuticos cualificados para atender esta incipiente necesidad de tratamientos naturales que se desvían de lo tradicionalmente aceptado“, dice la secretaria del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid y lo leo en un artículo de El Confidencial.
Vaya, yo pensaba que para ejercer medicina había que asumir principios éticos, científicos y clínicos que ninguna de estas disciplinas cumple, pero no, lo importante es que entre la sociedad crece la demanda.
Pero bueno, menos mal que ya hay solución a esto:
La clave para que esta clase de medicina tenga el reconocimiento que merece, está en la realización de ensayos clínicos que demuestren la efectividad de estos tratamientos.
En fin, digo yo que, tras siglos de práctica ya se pueden dar prisa en demostrar algo.
La preparación científica y el juicio crítico de algunos responsables es ciertamente preocupante.
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