Revista América Latina

Medidas antipáticas.

Publicado el 28 octubre 2013 por Jmartoranoster

MARIADELA LINARES.

Hay decisiones que pretenden ser populares y terminan siendo lo contrario. Esta semana se celebró un concierto en Sabana Grande Hay decisiones que pretenden ser populares y terminan siendo lo contrario. Esta semana se celebró un concierto en Sabana Grande. Ignoramos el impacto que el espectáculo pudo tener en quienes lo disfrutaron. Supongo que muchos pasaron un buen rato. Pero eso no justifica el malestar que durante cuatro días sufrimos los caraqueños que transitamos por los alrededores y tuvimos que aguantar las gigantescas trancas que ocasionó la tarima preparada para el evento. ¿Se compensaba el desagrado sostenido de varios miles de personas para que unas cuantas oyeran música un día de semana? Pues no.

El chavismo decidió, con un absolutismo inexplicable, que aquí no se reprime. Eso se entiende cuando se compara la bestialidad policial de tiempos pasados, contra manifestaciones que eran brutalmente acabadas, con la libertad que existe ahora. Pero pasamos de un extremo al otro. Ese dejar hacer, que nos es tan cotidiano, es el causante de que los motorizados se hayan adueñado de los espacios sin que nadie les ponga coto; que cuatro manifestantes tranquen vías a diestra y siniestra, en cualquier parte y a cualquier hora. En las interminables colas que se sufren en las autopistas nacionales y en las principales ciudades del país, padecen por igual chavistas y opositores, clamando todos que alguien aparezca para imponer el orden. Y nunca llega.

Al caos vial hay que sumar la arbitrariedad de que cualquier funcionario de medio pelo carga con uno o varios escoltas motorizados que detienen los vehículos en los semáforos hasta que su majestad, el funcionario de marras, haya cruzado la vía sin sufrir la penuria que nos toca a los demás. Y ni hablar de las caravanas de camionetas negras, escoltadas por policías empistolados en dos ruedas, sin ninguna identificación y sin que sepamos a qué organismos pertenecen. Por si acaso, uno se calla la boca y no dice nada; ante la presencia de vidrios ahumados que recuerdan mafias siniestras, es mejor hacer mutis.

Esos detallitos, sumados al fastidio de las grandes cosas que sabemos que son obra de una oposición obcecada y empeñada en hacernos la vida imposible, tienen un costo que alguien debería evaluar si queremos seguir ganando batallas.

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