Entre las diferentes actuaciones que se toman frente a la crisis económica hay medidas y medidas. La optimización de los recursos, la revisión de prioridades, la adaptación a las diversas situaciones y la regulación de los sueldos no son sino algunas de la posibilidades que se implementan.
Ahora bien, cuando hablamos de medidas dedicadas a la mercadotecnia y a la propaganda falaz, no solo se convierten en procaces, sino que rozan la insensibilidad y la prepotencia.
Cuando hablamos de restringir derechos, adquiridos como compensación a diversas inequidades durante años y lo hacen de un plumazo, están minando la esencia de la democracia, si entendemos como tal la participación en las decisiones y anteponiendo intereses inconfesables que sustraen a los cauces de la negociación otrora demostrada útil cuando se trataba de reblar en reivindicaciones económicas justas.
La mayor parte de estas medidas se efectúan sobre los mas indefensos: pensionistas, funcionarios, ahorradores… etc. y se convierten en “decretazos” ante la pasividad de los que se suponen defensores del orden social y el bienestar.
El ejemplo mas paradigmático, a mi modo de ver, sería el “robo” de los dias de libre disposición, mas conocidos como “moscosos” que como compensación a las diversas pérdidas de poder adquisitivo de los funcionarios, se habían establecido y que ahora se pretenden plantear como prebenda de unos privilegiados.
No hablo de dinero por tanto, a pesar de los recortes, sino de la repercusión que sobre la satisfacción personal y el equilibrio vital resultaban como incentivación no remunerada (que nadie se engañe que no conllevaban pérdida de productividad, que no saben medir, ni aumento de gasto, que no se sustituían).
Posiblemente han vencido pero no han convencido y una medida establecida sin consenso y sin que reporte ningún beneficio a la sociedad ha logrado desanimar a gran parte de los funcionarios, profesionales que tras una dura oposición, creíamos ser merecedores de un trato y un respeto adecuados, por ser los garantes del funcionamiento institucional, pese a quien le pese.
¿Hasta cuando la satisfacción del deber cumplido o la palmadita en la espalda servirán de acicate para seguir tolerando cada una de las ignominias que se perpetran por quienes ven en los funcionarios, el enemigo a batir.
Decisiones adoptadas desde despachos que se nutren de estómagos agradecidos, sin establecer diferencias entre los profesionales cualificados que han ganado con su esfuerzo su derecho a protestar y otros “colocados a dedo” por cada uno de los partidos políticos quen han pasado, pueden llevarnos a la conclusión de que sobramos funcionarios, cuando lo que verdaderamente sobra es picaresca, corrupción e ineficacia, contra las que no se atreven a plantar cara por la cantidad de favores pendientes.
Mi deber seguirá estando para con los pacientes pero cada día estaré mas lejos de una administración que no solo no me reconoce ni me ampara sino que además me “vende” como una reminiscencia arcaica de tiempos pretéritos.
Me despido con un saludo pero esta vez no será afectuoso porque mi afecto lo reservo para quien lo merece.