El clima responde a la natural euforia. Los 33 mineros están vivos, en una galería amplia, bajo 700 metros de roca en profundidad, en la mina de San José.
El natural alborozo nacional, tras los 18 días pasados sin noticias de ellos, es genuino y entusiasta, según reflejan los medios de comunicación, tras la llegada a través de la sonda del mensaje que enseña gozoso el presidente de la nación.
Lo que queda por delante es una experiencia nueva en la historia. Porque traer estas 33 personas a la superficie de la tierra llevará entre tres y cuatro meses. El ministro chileno de minería habla de esperanza de tenerlos para Navidad, antes de fin de año. Nunca hasta el momento, según parece, se había planteado una situación como ésta.
Los medios técnicos disponibles (la taladradora sudafricana Strata 950) llegan hoy al lugar, y en concreto permitirán avanzar 15 metros diarios en la excavación a través de la roca.
En primer lugar, se trata de abrir un pozo de unos 35 cm. de diámetro, que -posteriormente, en unos 70 días- se podrá ampliar hasta los 65 o 70 cm, necesarios para extraer a esas personas eterradas.
Aún no se ha comunicado a los mineros encerrados la larguísima duración de su rescate, antes de hacerse cargo de la situación y de prever los posibles riesgos y soluciones sanitarios y pscológicos ante la situación.
La noticia ha dado la vuelta al mundo, y los políticos se han apresurado a manifestar su solidaridad y ofrecer su ayuda al gobierno chileno. Una frase del ministro de minería, Laurence Golborne, es hoy la cita diaria del New York Times.Hay confianza en la profesionalidad de los mineros atrapados, se estudian los modos de nutrición y medicación más apropiados pasa soportar este encierro involuntario. La comunicación con sus familias está asegurada.
Expertos mineros de todo el mundo proponen sistemas de superviviencia en confinamientos de larga duración. La NASA estadounidense ayudará con su experiencia, porque los mineros atrapados desde el 5 de agosto se encuentran en condiciones (biológicas, que no psicológicas) similares a los astronautas en el espacio: a oscuras, con escasa ventilación y limitados alimentos.
Es de esperar que los medios de comunicación estén a la altura de la situación, a lo largo de todo el largo proceso que espera por delante. Que salgan a la luz los desmanes de los propietarios de la mina, la escalera que no estaba donde debía estar, para salvación en caso de desastre, y todo lo demás.
Pero es igualmente de esperar que los profesionales y empresarios de la comunicación queden muy lejos de aquella imagen cínica e inhumana -no por exagerada menos posible- que Billy Wilder lanzó en "El gran carnaval" ("Ace in the Hole" 1951), con Kirk Douglas, precisamente a propósito del rescate de un minero enterrado.
Sin duda que el comportamiento de profesionales y empresarios del periodismo (o de los medios y modos de comunicación en general) acerca del rescate chileno estará plagada de pequeñas y grandes historias de "interés humano", de generosidad y heroísmo, de servicio abnegado a los semejantes.
Pero también -sin duda- aparecerán historias de egoísmos, y de explotación en propio beneficio de los sentimientos humanos básicos, entre temores y esperanzas, a lo largo de los próximos cuatro meses. Esperemos que los primeros pesen más que estos últimos.