Raymond Carver (1938-1988) es un ensayista y escritor de cuentos estadounidense cuya obra se enmarca en lo que la crítica literaria norteamericana llamó “realismo sucio”, caracterizado por un estilo minimalista, temáticas sórdidas y ambientes urbanos. Vivió tan solo cincuenta años (una década, además, sumido en el alcoholismo, del que conseguiría salir) y falleció víctima de cáncer. Divorciado de su primera esposa, encontraría en la también escritora Tess Gallagher una compañera para su última etapa de vida.
Precisamente, en el comienzo de un libro de poemas de Tess, fue donde se topó Carver con una cita volandera de Teresa de Jesús que le atrajo inmediatamente, como él mismo relataría más tarde.
Cuando, poco antes de su muerte, Carver recibiera por parte de la Universidad de Hartford (Connecticut) el Doctorado honorario en Letras, pronunció, el 15 de mayo de 1988, un discurso titulado «Meditación sobre una frase de santa Teresa», que se convertiría en el último texto en prosa que escribiera este autor.
La frase teresiana que Carver leyó en el poemario de Tess Gallagher y que sería objeto de su meditación está tomada del Libro de la Vida, en traducción realizada por J. M. Cohen (Penguin Classics): «Words lead to deeds… They prepare the soul, make it ready, and move it to tenderness».
Si tuviéramos que traducir del inglés al español esta cita sin conocer el texto original de la santa, el resultado sería algo así: «Las palabras conducen a la acción… Disponen el alma, la preparan y la mueven a la ternura».
Todo hace pensar que, aunque Carver se sintió impresionado por la frase, no debió de leer el texto original de Teresa. Ni siquiera buscó en la versión inglesa del Libro de la Vida el párrafo completo. Posiblemente, desconocía su procedencia exacta.
Lo que sucede es que la frase en cuestión aparece mutilada, no solo por los puntos suspensivos que la abrevian, sino que la cita está cortada al comienzo. Cohen había traducido: When the Lord speaks [Cuando el Señor habla], words lead to deeds, etc. Si se omiten las cuatro primeras palabras,como sucedía en la cita en cuestión, la frase aparece sin referencia alguna a Dios.
Este es el texto original de la santa de Ávila:
«Porque estotra que habla el Señor es palabras y obras; y aunque las palabras no sean de devoción, sino de reprensión, a la primera disponen un alma, y la habilita y enternece y da luz y regala y quieta; y si estaba con sequedad o alboroto y desasosiego de alma, como con la mano se le quita, y aun mejor, que parece quiere el Señor se entienda que es poderoso y que sus palabras son obras (V 25, 3)».
El párrafo transcrito, no es, como Carver entendió, una reflexión sobre el poder de la palabra humana, sino que versa sobre el efecto que la palabra del Señor obraba en Teresa cuando la escuchaba en su interior (porque la santa nunca oyó palabras de Dios con los oídos, según confiesa). Esos efectos ahí apuntados la ayudaban a discernir si lo escuchado era realmente, palabra del Señor.
Con todo, aun despojada la cita de su contexto y sentido primero, hay que reconocer que el comentario de Carver tiene fuerza y encanto. El escritor del realismo sucio se queda fascinado por la limpieza de las palabras de Teresa, y las repite, dejándose envolver por su magia. Dos términos: alma y ternura, son objeto de su atención:
«Alma [soul], una palabra que no se encuentra demasiado hoy en día, fuera de las iglesias y quizá de la sección “soul” de una tienda de discos.
Ternura –he ahí otra palabra que no se oye mucho en nuestro tiempo, y sobre todo en actos públicos alegres como este. Pensad en ello: ¿cuándo fue la última vez que usaste u oíste a alguien usar esta palabra? Más o menos, lo mismo que pasa con alma».
Y Raymond Carver termina dirigiéndose al auditorio con estas palabras, que saben a despedida definitiva, casi a testamento. Moriría tres meses después de esta alocución:
«Cuando hayan transcurrido semanas o meses, y se os haya olvidado todo lo que he dicho, y lo único que quede en vosotros sea el recuerdo de haber asistido a un largo acto público que marcó el final de una etapa significativa en vuestras vidas y el comienzo de otra, tratad entonces, mientras os labráis vuestro futuro, de recordar que las palabras, las auténticas y verdaderas palabras, pueden tener el poder de obrar.
Recordad también, esa palabra tan poco utilizada que casi ha caído en desuso tanto en privado como en público: ternura. No hace daño. Y la otra palabra: alma –o espíritu, si preferís, si os resulta más fácil así reivindicar su territorio. No la olvidéis tampoco. Prestad atención al espíritu de vuestras palabras, de vuestras acciones. Es suficiente preparación. No tengo más palabras».
Se puede leer el texto original completo de Raymond Carver en este enlace: Meditation on a line from saint Teresa
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