Meditando

Ahora que se acercan los peores días del año (el solsticio de invierno y las Navidades son una combinación letal), estoy recuperando a Dan Harris. Es un periodista estadounidense, presentador de Good Morning America y autor del libro 10% Más Feliz, en el que describe sus experiencias con la meditación. Siendo más concretos, explica cómo llegó a conocerla y a practicarla tras una dolorosa epifanía: un ataque de pánico severo, sufrido en directo ante cinco millones de telespectadores.

Así que en estas jornadas tenebrosas voy a intentar dar los primeros pasos, que en teoría son muy sencillos. Si no he entendido mal, lo del mindfulness no es otra cosa que sentarte con la espalda recta, encontrar una posición cómoda y concentrarte en tu propia respiración. Nada más, pero también nada menos.

Lo complicado es, por supuesto, dominar el horror vacui del cerebro. La tendencia de la mente a huir del sofocante silencio a toda velocidad. Una escapatoria común es lo que los budistas llaman prapañca, que se suele traducir por "proliferación conceptual" y consiste en sepultar la realidad con etiquetas, a menudo negativas. Y luego está "la mente del mono loco", que va saltando de rama en rama sin rumbo ni dirección. Son opciones por defecto, así que se trata de reconvenirse sin castigarse.

En un nivel superior estaría metta, que es la práctica de meditar enviando buenos deseos. Se supone que los destinatarios son una serie de personas, que comienzan por uno mismo, transitan por aquellos a los que aprecias y detestas y terminan en toda la humanidad. Es como habitar una permanente felicitación navideña, pero sincera y a lo bestia. Terrorífico. Ya si eso para el verano.