El otoño se había marchado, o al menos eso suponían los medios de noticas, aquellos pendientes al calendario y uno que otro despistado que asomaba su cuello por la ventana, ya algo empañada por el frío que golpeaba directo y terminaba asentando su delicado vaho, las hojas secas seguían su marcha ya en un punto de cenitud muy avanzado, perdiendo su color rojizo característico del otoño para darle entrada a uno más oscuro, las prendas que dejaban ver la piel humana ahora parecían cubrir la totalidad del individuo. No puedo definir exactamente el lugar en el que este relato cobra vida pero seguro que es un sitio tan despreciable, tan angelical, que ni siquiera merece la pena ser amado, la libertad se replegaba y repuntaba hasta tocar el cielo con una finura tan estrepitosa que causaba un arrullo en los habitantes, reinaba el orden en dicho poblado y cuando los rayos del sol se colocaban en la acera las bicicletas conducidas por jóvenes estudiantes aumentaban en número, muchas de ellas se dirigían a sus respectivas cocheras, esperando el siguiente día para volver a emprender el viaje a la escuela, otras tantas iban directo a un bosquejo rodeado de altos pinos que empezaban a endurecerse.
La despedida del otoño se llevaba consigo un semestre más para los jóvenes universitarios, es aquí donde hace su entrada triunfal nuestro protagonista, un chico con Jeans algo ajustados, delgado, algo miope y he de decir que muy distraído ¿qué esperaban? ¿un héroe? nada de eso, nadie que tenga al menos una pizca de cerebro puede creer en los llamados “héroes”.
Allan era un chico bastante tímido, gustaba de los paseos de fin de semana por el bosquejo justo para presenciar la renuncia del astro rey y volver a casa mientras los tintes nocturnos le cubrían la sombra, llevaba por lo general siempre un libro bajo el brazo, con títulos tan aburridos e infumables que a más de uno dejaba con ganas de borrarlo del camino, ya fuese empujándolo o siquiera escupiendo su clásico suéter de color café claro, vivía justo en el suburbio, por donde más transitaban las personas y el humo de los coches lo hacía toser, detestaba la contaminación humana y todos sus derivados que de está provenían, la finalización del semestre a Allan le parecía un aliciente que ocuparía beneficamente para acabar con todas sus lecturas programadas.
¡¡Mamá!!.- chilló Allan, quien acababa de colocar su bufanda y gorro en el sillón de la sala. .- ¡¡¿Qué Sucede Allan, te fue bien?!!.- gritó su madre que seguro se encontraba realizando las labores del hogar. Allan no contestó y decidió subir directamente a su recámara, al llegar notó que había cambiado algo, era imperceptible a los ojos de un chico miope, aún con lentes pero sentía una aura muy distinta a la casual…