Revista Cultura y Ocio

Mejor en persona – @Macon_inMotion

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Un Seat Toledo de color azul, con más de un rozón y demasiados kilómetros a sus espalda, surcaba la autovía en paralelo a un frondoso bosque. —Mejor en persona… mejor en persona… joder —pensaba el hombre mientras conducía.— ¿Es que acaso no podía decírmelo por teléfono?—

Una furtiva mirada al montón de cartas abiertas que reposaban sobre el asiento del copiloto le recordaba la realidad: orden de desahucio. No pudo evitar pisar el acelerador haciendo que la aguja del velocímetro, obediente, rebasase los 130 kilómetros por hora. El traqueteante motor no daba mucho más de si.

…siguen las tensiones en Oriente Medio. Los rebeldes han tomado varias ciudades con el resultado de varios centenares de…

El hombre apagó la radio de un golpe. Bastantes problemas tenía ya. Tanto era así que estuvo a punto de pasarse su salida y tuvo que dar un brusco volantazo para no pasársela, provocando una gran ráfaga de pitidos de cláxones.

Apenas salió de la autovía, detuvo el coche en un arcén y comenzó a golpear furiosamente el volante con ambas manos para, finalmente, dejar caer la cabeza sobre la parte superior de este.

El sonido del teléfono le sacó de su ensimismamiento. Un mensaje de texto.

“Ven n cuanto puedas, acabo d salir dl mdico y bueno. Mejor en persona. Tq.”

Se quedó mirando fijamente la pantalla como si no comprendiese bien lo que allí ponía. A todas luces, era otra mala noticia. Con un gesto desganado lanzó el terminal al asiento del copiloto pero rebotó y cayó al suelo. No se molestó en recogerlo. Se llevó las manos a la cara mientras respiraba ruidosamente.

Después de media hora en silencio, tanteó con la mano buscando las llaves y giró el contacto. El vehículo se puso en movimiento de nuevo. Tuvo que dar las luces, a finales de octubre la tarde llegaba pronto y pronto daba paso a la noche.

Visto de lejos, el coche no era más que una luz blanca y otra roja recorriendo una línea imaginaria en la más completa oscuridad, cruzándose aleatoriamente con alguna luz similar que circulaba en sentido contrario.

Aquella oscuridad, sin embargo, no duró mucho. Paulatinamente fueron apareciendo las luces de la ciudad y antes de darse cuenta estaba aparcando enfrente de casa. Su mujer estaba en la puerta, esperando. El hombre resopló antes de salir del coche, cogió el teléfono que seguía en el suelo y el montón de cartas del banco. Con ellas de la mano fue acercándose a su mujer, con un paso que recordaba al de cualquier condenado camino al cadalso. La mujer, recortada en el rectángulo de luz que era la puerta de casa, lo miró un instante antes de soltarlo sin rodeos.

—Estoy embarazada.

Pum. Hiroshima. Nagasaki.

El hombre dejó caer el fajo de cartas al suelo y sonrió.

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