Solo tú podías hacerlo. Tú eras el único que podía volver, tras toda una década sin saber nada de ti, como si nada hubiese pasado, con la confianza de quien sabe que es esperado con los brazos abiertos. No tenías miedo de esos variopintos personajes que han ido desfilando por las estanterías de mi biblioteca, porque sabías que siempre iba a haber un hueco reservado para ti, para ese reencuentro tan ansiado que, de inesperado tras esos diez años de silencios, ha resultado más que especial (y que me caiga ahora mismo muerta si miento).
Mucho ha llovido tras el último libro, Manolito tiene un secreto, el mundo (mundial) ha cambiado y tú con él, aunque sigues siendo el mismo del principio (de los tiempos), no has perdido nada de tu peculiar personalidad. Por fortuna, sigues siendo ese niño tremendamente observador, sensible a lo que lo rodea, porque aunque haya pasado una década desde la última vez que pisaste las librerías, en realidad en las páginas que protagonizas solo han transcurrido dos años.
Ahora tienes doce y prefieres que te llamen Mejor Manolo en lugar de Manolito, pero conservas esa mirada, ese inocente encanto que me atrapó cuando tenía tu misma edad. Vuelves, espero que para quedarte, con fuerza en un momento en el que el humor que te caracteriza es, quizá, más necesario que nunca. Es precisamente por eso, por lo que yo creo que esa escritora, que se marchó a vivir un tiempo a la ciudad de los rascacielos a respirar de tus aventuras y desventuras, te ha devuelto a la vida, porque las carcajadas son la mejor medicina ante esta situación tan desalentadora por la que estamos atravesando.Elvira Lindo firma tus historia desde otra editorial y lo hace, como acostumbra, respetando tu voz de niño madrileño que vive en el barrio de Carabanchel (Alto).
Cuando os veáis de nuevo, que seguro será pronto, dile a esa escritora a través de la que hablas que su disculpa al final del libro, por esos laísmos y otras pequeñas incorrecciones, no ha sido aceptada puesto que no hay nada que perdonar. Agradécele de mi parte que se haya mantenido fiel a ti desde el principio (de los tiempos), haciendo oídos sordos a esos que criticaban su políticamente incorrecta pluma. En esta ocasión, como en todas las demás, ha sido un gusto leerte porque aunque ahora el vocabulario que empleas ha evolucionado, es más complejo, más maduro, como tú, en esencia sigue siendo el mismo, ese con un gran toque irónico, divertido. Es este un libro-guiño, más que para los pequeños adolescentes, para aquellos que hemos crecido contigo.Es asombroso cómo consigue la autora hacer que todos y cada uno de las ocho obras, por paradójico que resulte, sean muy orales. Algo que no es de extrañar, teniendo en cuenta que naciste en el medio radiofónico, del que diste el salto al papel, porque alguien, por suerte, pensó que era una pena que se perdiera tu voz en las ondas.Así, ha sido como si tú, una vez más, te colases en mi cabeza y me narrases, en apenas doscientas deliciosas páginas, qué ha sido de la familia García Moreno en estos dos años. Compartes conmigo alegrías y penas. Me cuentas cómo fue la llegada de ese terremoto llamado Chirli, tu hermana de tres años, esa Lady Gaga en miniatura, esa niña prodigio que rebosa arte por cada uno de sus rubios rizos, unos rizos a los que debe su apodo. Ella pone vuestras vidas patas arriba, en especial, la del Imbécil quien ya no habla en tercera persona, ya no es el nene, ya es Nico, el Steve Jobs español, aquel que ha montado su particular Silicon Valley tras la barra de bebidas de la salita de estar. Los dos te consideran su líder, te admiran como el hermano mayor que eres, pero tú sigues sintiéndote como el último mono en casa. Bordeas, con tus doce años, una edad complicada, te adentras en la adolescencia, esa etapa difícil en la que comenzamos a buscar nuestro lugar en el mundo. Tú afrontas este periodo con resignación, pero también con valentía y un desparpajo que sigue sorprendiéndome, divirtiéndome. Y así, con la soltura de un gran conversador, me sigues revelando cómo tu padre, Manolo, confió sus ahorros a un conocido y los perdió; cómo tu madre, Cata, ante la adversidad, que ya se sabe que agudiza el ingenio, tomó el mando y decidió montar una pequeña empresa casera de montajes a domicilio; cómo tu abuelo, Nicolás, personaje tierno donde no los haya, lucha por mantener unida a su familia. Pero también hay sitio para tus amigos: Yihad, el chulito que no sería nada sin público; Susana Bragas Sucias, a la que científicos de todo el mundo (mundial) siguen investigando; Melody Martínez, tu novia o algo así; y tu amigo del alma, el Orejones, que como tú, como todos, busca respuestas a las preguntas quién soy, qué seré. Tú, en esta entrega, resultas ser, Manolito, un magnífico testigo del mar en la que se halla sumergida la sociedad. En tus páginas queda recogida la España en crisis actual, porque en la casa de los García Moreno de papel, aunque siempre han andado con el agua al cuello, ahora se ahogan más que nunca. Logras de este modo, una conexión con la realidad de miles de familias de carne y hueso, compartes tus problemas con ellos y ellos contigo, siempre desde el humor, pero con cierta seriedad.
Por tu boca salen un sinfín de temas: tocas el amor, la homosexualidad, la religión, los recortes, el paso agigantado al que avanzan las nuevas tecnologías y con ellas las comunicaciones… y toreas a todos ellos con tu natural gracia y salero, dándolo todo en el ruedo y saliendo por la puerta grande, haciéndote más que merecedor de ese hueco en mi estantería.Yo te leo, admiro al héroe atemporal que hizo y rehízo Elvira Lindo, ese niño de buen corazón que mira el mundo a través de unas gafas, al que Emilio Urberuaga le puso, con tan buen acierto, rostro y que se ha convertido en un clásico para todos los públicos. Y así, con el pasar de las páginas se ensancha mi sonrisa, vuelvo a deleitarme con tus palabras, con tu sinceridad, con tu ya no tan inocente mirada. Devoro. En unas horas (no tengo un reloj Casio para cronometrar) ya he terminado tu última historia.
Quiero más, necesito volver a sentir este alboroto literario que me devuelve a mi infancia y adolescencia. Por eso, confieso, es por lo que te llamo Manolito, mejor que Manolo, porque dirigirme a ti de otra forma supondría que ambos dejásemos atrás al niño que fuimos, que somos. No puedo dejar en el olvido al primogénito de los García Moreno que me conquistó tiempo atrás a base de carcajadas.
Por favor, crece, pero se siempre tú, el que has sido desde el principio (de los tiempos). Se algo así como el presentador de Saber y Ganar, que no cambia nunca a pesar de los años. Hazlo por mí, por todos tus lectores a los que tan bien nos hace tu forma de ver el mundo: fuera los silencios y bienvenido seas de nuevo, mi querido Manolito Gafotas.
Con cariño, Marina García.