El asunto del News of the World se puede mirar desde muchas perspectivas (ver por ejemplo, The Guardian, o Pro Publica). Resulta escandaloso lo que ha hecho (de lo que probablemente sabremos la mitad de la mitad, si es el caso), básicamente para ganar dinero. En cualquier caso, es mejor no llamar periodismo a la basura, aunque aquello fuera un periódico dominical.
Pero probablemente también lo ha hecho para tener escandalizada a la ciudadanía y atemorizadas a las personas y personalidades objeto de su -digamos- trabajo criminal, habiendo o no escuchas clandestinas acerca de la vida privada de gentes de la casa real, políticos, famosos y también pobres ciudadanos a los que les suceden cosas terribles.
En cualquier caso, la decisión de cerrarlo, sin más, ha parecido a algunos una especie de acto ejermplar y heroico por parte de Murdock, padre e hijo: matar públicamente y hacer desaparecer de la faz de la tierra la causa de tanto mal.
No pienso lo mismo: entiendo que la acción tiende más bien a parecerse a una versión perversa de suscitar compasión o respeto públicos o algo así, en plan "a burro muerto, la cebada al rabo": de igual modo que al burro muerto no le afectan las alabanza, tampoco lo hacen los vituperios. Cerrado el News, quizá cesen los problemas... que incluyen los vituperios que ha merecido y merece News of the World.
Pero no sería de extrañar que, una vez lavada la imagen de marca Murdock con este presunto "sacrificio ejemplar", bien puede aparecer por otro lado un nuevo suplemento dominical que haga más o menos lo mismo, pero -eso sí- en forma más aparentemente legal.
Sea de ello lo que fuere, tampoco conviene perder de vista lo que cuenta hoy Hermann Tertsch en el diario ABC, cuando habla de la tumba de un mutante, de "un monstruo sin alma que fue demasiado lejos", quizá -sobre todo- en la sinergia entre medios y política:
Londres es la cuna de la prensa. Bien está que allí se abra la tumba para sus más siniestros mutantes. Y el News of the World era un monstruo sin alma que fue demasiado lejos. Rupert Murdoch no es exquisito. Pero es ágil y lúcido. Y ha visto de inmediato que la cota de inmoralidad sórdida alcanzada por su tabloide dominical era el «no va más». «Beyond repair» (Sin arreglo). La fábrica de noticias había creado una red mafiosa para darle carnaza a un público insaciable. Se puede uno reír de deontologías pero no del código penal, y Murdoch lo sabe.
Cierto que ha pesado en el cierre la fuga de lectores y anunciantes horrorizados por las revelaciones de prácticas nauseabundas. Cerrar de golpe un periódico de ciento sesenta y ocho años de antigüedad, que vende casi dos millones y medio de ejemplares, no es fácil ni para un Murdoch que lo posee desde hace medio siglo. Intenta evitar que este escándalo se lleve por delante su toma del emporio televisivo BSkyB. Tiene ya el 40 por ciento. Rupert Murdoch limitará daños. A ver cómo lo hace el primer ministro, David Cameron, cautivo de esas sinergias entre medios y política. Que se dan también en España. Donde la basura también nos come. Pero escandaliza menos por su colorete «progresista».
En cualquier caso, insisto: es mejor no llamar periodismo, que es un oficio muy noble y necesario a la sociedad, con estas basuras que -por fin, al menos en este caso- salen a la luz y se llevan por delante a ese medio, no de periodismo, sino de masnipulación, escándalo y chantaje social.