“Mi sexualidad no es mi pecado… es mi paraíso”.
Sergio Urrego, 16 años (q.e.p.d.)
Quisiera poder firmar este artículo con mi nombre, pero debo hacerlo con un seudónimo pues soy rector de un colegio. Quiero evitarles a mis estudiantes, al resto de mi comunidad educativa y a mi propia persona represalias (a veces fatales), estigmatizaciones y otras formas de matoneo social que son justamente el tema central de la presente reflexión. La muerte de Sergio Urrego fue la gota que rebasó mi copa. La valiente, contundente y desgarradora decisión que tomó para expresarle al mundo su dolor y su rabia —además de la madurez y profundidad de sus reflexiones póstumas— me remitieron a mi propia adolescencia atormentada, cuando llegó el momento de decidir si continuaba en este mundo asumiendo mi condición de homosexual o si abandonaba el barco como él lo hizo, dando un portazo de indignación y rebeldía. Las circunstancias de mi vida hicieron que pudiera tomar la decisión de quedarme en este mundo, en una época en que para nada se hablaba de este tema, como no fuera para señalarlo como el más horrendo de los pecados y perversiones, motivo de todo tipo de señalamientos, burlas y sanciones.
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Fuente: El Espectador
Autor: Lino Estanza
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