La recogida de muestras para investigación clínica procedentes de niños requiere mejoras en la información a los padres. Así se deduce de un estudio publicado en Genetics in Medicine, que revela que los progenitores no llegan a entender los detalles sobre la conservación y uso futuro del material almacenado en biobancos.
Kim McBride y sus colegas del Research Institute at Nationwide Children’s Hospital, en Ohio (Estados Unidos) enviaron un cuestionario a familias que, entre 2004 y 2008, habían autorizado la conservación y análisis de muestras de ADN de sus hijos en un biobanco genético. El biobanco se creó para estudiar el origen de malformaciones congénitas del flujo ventricular izquierdo del corazón.
El análisis de las respuestas revela que algunos conceptos no están claros para los padres. Así, en general comprenden bien que el consentimiento es voluntario y que las muestras se utilizarán para estudiar las causas de problemas cardiacos. En cambio, en general sobreestiman el beneficio que los estudios pueden proporcionar a sus hijos y minimizan los riesgos que entraña la participación.
Del análisis de las muestras de los biobancos no es probable que surjan beneficios directos y casi nunca hay seguimiento del paciente. En ocasiones se utilizan vídeos para explicar la importancia de los estudios en marcha, donde se realzan los beneficios futuros en unos términos que pueden hacer pensar que se aplicarán directamente a sus hijos, lo que es poco probable por los ritmos de la investigación básica y las dificultades que entraña llegar a resultados clínicos.
Para McBride la conclusión es clara: “Si queremos proporcionar a las personas que participan en investigación genética y a sus familias un conocimiento adecuado, la manera de llevar a cabo el consentimiento informado debe cambiar, especialmente en un momento en que aumenta la demanda sobre información genética”. En el fondo, se trata de no crear expectativas falsas a la gente y de aumentar la transparencia en los ensayos clínicos.