Tendría que empezar esta entrada con una disculpa.Por no haber publicado más reseñas en los últimos meses.Por haber casi cerrado el blog antes de lo anunciado. Pero sería una pérdida de tiempo. Lo que interesa es la lista, ¿verdad? Al grano.He descuidado el blog, cierto, pero no he dejado de leer: más de cien libros solo por placer y, de entre ellos, cerca de la mitad publicados en 2019, entre narrativa actual y recuperaciones. He seleccionado mis diez favoritos, y esta vez voy a mezclar ficción y no ficción, rescates y novedades. Me habría gustado dedicar reseñas exhaustivas a todos ellos, me habría gustado presentar un balance más esmerado, me habría gustado leer más; no obstante, este año mis circunstancias son las que son, y esto es lo que puedo hacer. Estas listas sirven, más que para valorar lo mejor (pretencioso), para aconsejar lo muy bueno; y, para eso, con poco basta.
1. Testamento de juventud, Vera Brittain, Periférica y Errata naturae, trad. Regina López Muñoz. Las memorias de una enfermera voluntaria durante la Primera Guerra Mundial. La publicación de este libro es un verdadero acontecimiento, que merecía mucha más atención. Está considerado un clásico en los países anglosajones y, además de por la experiencia de la autora durante la contienda, destaca por sus inteligentes reflexiones sobre asuntos como la entrada de la mujer en la universidad, la juventud interrumpida por la guerra, la reivindicación de la memoria histórica o el compromiso por la paz. Leer un libro de más de ochocientas páginas, y de esta densidad, no es una decisión sencilla; no obstante, os aseguro que merece la pena. Espero tener la oportunidad de hablar largo y tendido sobre esta obra algún día.
2. El mar alrededor, Keri Hulme, Automática, trad. Enrique Maldonado Roldán. Esta es una novela excepcional en ambos sentidos: el de singularidad y el de excelencia literaria. Se publicó en 1984 y les arrebató el Premio Booker a escritoras de renombre como Doris Lessing o Iris Murdoch. La autora, una neozelandesa ajena al circuito editorial, narra una historia que brilla por la libertad formal (invención de palabras, recursos diversos, estructura particular) y la noción de diferencia (étnica, social, de género); pero asimismo por su exploración de temas tan universales e imperecederos como la soledad (voluntaria o encontrada), la violencia, el peso del pasado o la vida en los márgenes, con el paisaje marino de la isla como fondo. Dura, seca, lírica, mordaz. Una novela exigente, inmensa, inclasificable.
3. Los testamentos, Margaret Atwood, Salamandra, trad. Eugenia Vázquez Nacarino. Lo sé: no estoy siendo original. También sé que ha causado controversia, que unos lo aman y otros lo odian. Yo, para mi propia sorpresa, porque tenía muchas dudas, me encuentro entre los que la reciben como una (otra) obra maestra. Más que una continuación de El cuento de la criada, la considero una expansión de ese universo narrativo, acorde con el momento actual, que muestra caras que los ojos de Defred no veían y sirve de pretexto para reivindicar el papel de la mujer madura y el de las jóvenes. Este Gilead es más plural y esperanzador; y la autora hace un uso soberbio del punto de vista y el registro documental. No sé si era necesario o no, como tanto se preguntan algunos; lo que tengo claro es que nos ha regalado otra gran lectura.
4. Donde me encuentro, Jhumpa Lahiri, Lumen, trad. Celia Filipetto. Es difícil comentar este libro, porque es de esas obras en las que (perdón por el tópico) no ocurre nada y ocurre de todo. Un año en la vida de una protagonista sin nombre. La deconstrucción de una mujer de mediana edad, cultivada, soltera, sin hijos; un retrato impersonal a conciencia, ya que podría ser muchas mujeres y a la vez no ser ninguna. La extrañeza, de hecho, es otro de sus rasgos: la falta de anclaje, la huida, un tema que enlaza con las preocupaciones de la autora (y con su decisión de escribir en italiano). El movimiento, la permanencia, la búsqueda, la identidad. Estilo sutil, insinuante, contenido; respira melancolía. También merece una mención En otras palabras (Salamandra, trad. Marilena de Chiara), una magnífica compilación sobre la voluntad de cambiar de lengua literaria y una historia de amor al aprendizaje y la libertad de las letras.
5. Una historia de la luz, Jan Nemec, Errata naturae, trad. Elena Buixaderas. La ópera prima de un joven escritor checo que recrea la vida de un fotógrafo vanguardista a lo largo de la primera mitad del siglo XX, con una Praga llena de claroscuros como centro. No lo tenía fácil para llamar la atención, y no ha la llamado; aun así, estoy segura de que será una novela que seguiré recomendando con los años. Por su exigencia. Por la intensidad de su voz. Por su imaginería, que va desde un trágico accidente en una mina a los juegos de luces del taller. Porque abarca aprendizaje, amor, guerra, arte y esoterismo. Porque ante todo se trata de la existencia de un hombre, más sombría que luminosa, que deja poso como las obras de antes.
6. Génie la loca, Inès Cagnati, Errata naturae, trad. Vanesa García Cazorla. Una madre y una hija, el campo de principios del siglo XX, el ostracismo, la violencia, el escarnio, la pobreza, la hipocresía social. Una niña que crece con mirada inocente, con el sueño del desclasamiento, de la vida propia. He aquí una novela sobre la aspereza de los vínculos afectivos en el mundo rural, sobre el instinto de supervivencia en condiciones adversas, sobre el descubrimiento del mundo desde los márgenes, escrita con un estilo sobrio y a la vez de un lirismo deslumbrante, conciso, profundo. Una recuperación exquisita, como acostumbra la editorial. En mi reseña la describí como una pequeña obra maestra, y lo mantengo.
7. Iluminada, Mary Karr, Periférica y Errata naturae, trad. Regina López Muñoz. Uno de los mejores libros de memorias que he leído jamás. No solo por lo descarnado de su contenido (de la obsesión por dedicarse a la literatura a los malabarismos de la maternidad, pasando por una infancia traumática, los abusos sexuales, el desclasamiento, el matrimonio, el divorcio, el alcoholismo y la redención), sino, y sobre todo, por el sarcasmo de su voz narrativa. Porque la autora escribe con humor y mala leche, se ríe de sí misma, quita importancia, encuentra el tono justo para contarse, es amena. Nos habla de tú a tú, y suena honesta hasta lo impúdico. Y, aunque esta palabra me dé un poco de alergia, leerla resulta inspirador, porque se cae muchas, muchas veces, pero se levanta, y hasta escribe libros tan brillantes como este.8. Un guiso de lentejas, Mary Cholmondeley, Nocturna, trad. Ricardo García Pérez. Novelón de 1899 inédito hasta ahora en castellano, extenso (quizá demasiado), tal como se estilaba entonces, en el que la autora hace gala de un sentido del análisis psicológico prodigioso y una perspectiva de género que anticipa el feminismo. Narra la historia de dos amigas jóvenes, ambas solteras: mientras que una vive en la provincia, en casa de su hermano, y se dedica a la escritura y al cuidado de sus sobrinos, la otra, que acaba de recibir una herencia, frecuenta la alta sociedad londinense. Contrapone a ambas mujeres, en caracteres y ambientes; y explora la posibilidad del matrimonio. No obstante, la relación fundamental aquí no es ningún romance, sino la amistad entre ellas, cómo se adaptan, cómo se complementan. Ah, y termina con boda, pero no como en las novelas de Jane Austen.9. La edad del desconsuelo, Jane Smiley, Sexto Piso, trad. Francisco González López. Esta novela de 1987 se puede considerar un libro de culto. Breve, concisa, de apariencia discreta, y sin embargo tan bien concebida. Con un uso magistral del punto de vista, nos pone en la piel de un hombre, marido, padre y profesional cualificado que siente que ha alcanzado la edad del desconsuelo. O, dicho de otro modo, la voz de un hombre cansado, en ese punto en el que teme que los cimientos sobre los que ha construido su vida conyugal se derrumben. Una voz intimista y elegante, que desmonta la idea del perfecto matrimonio de mediana edad, y lo hace desde una perspectiva un tanto atípica, la del varón blanco, heterosexual, con dinero e involucrado en la crianza, que, con todo, tiene miedo, tiene dudas, y lo admite.10. El baile del reloj, Anne Tyler, Lumen, trad. Juan Luis López Muñoz. Esta autora hace que escribir parezca sencillo, porque retrata la cotidianeidad de las familias de clase media con una agilidad y una aparente ligereza fuera de lo común. La novela va de todo y de nada. De una jubilada que, sintiéndose sola, cuida de la niña de la expareja de su hijo. No tendría por qué hacerlo; pero la vida tiene estas cosas que no siempre nos sabemos explicar. Y estas cosas son las que muestra Anne Tyler. La imperfección de la vida doméstica. Los detalles. Lo monótono, y las pequeñas rupturas. Sin dramatizar, con la pizca justa de humor y nostalgia. Con diálogos vivaces, atención al lenguaje no verbal, personajes ricos en matices. Es una lástima que no se la lea más por aquí, y no lo digo solo porque lo merezca (concepto relativo), sino porque es fácil de disfrutar y muchos lectores se lo pasarían muy bien con sus novelas.Nota: no he tenido en cuenta los libros que ya habían sido publicados antes en castellano, por lo que se han quedado fuera títulos como La juguetería mágica, de Angela Carter (Sexto Piso, trad. Carlos Peralta), El camino que va a la ciudad, de Natalia Ginzburg (Acantilado, trad. Andrés Barba), El final del affaire, de Graham Greene (Libros del Asteroide, trad. Eduardo Jordá), Claus y Lucas, de Agota Kristof (Libros del Asteroide, trad. Ana Herrera y Roser Berdagué) o Agostino, de Alberto Moravia (Altamarea, trad. Raquel Olcoz). Confío en que esta breve mención sirva, en cualquier caso, para dejar constancia de que los recomiendo.Esto es todo. Hubiera querido hacerlo mejor; pero, al fin y al cabo, lo importante son los libros, y los libros están; espero que os animéis a leerlos y los disfrutéis tanto como yo.
Os espero el día 14 de enero para celebrar el décimo aniversario del blog y, como ya anuncié, su despedida. Hasta entonces, feliz entrada en el año nuevo y felices lecturas.