El Mekong, conocido como “Lancang” en China, es uno de los ríos más largos y caudalosos del mundo. Nace en la cordillera del Himalaya, en territorio tibetano controlado por China, y sus aguas transcurren por seis países: China, Myanmar, Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam. Sus 4.880 kilómetros se extienden por una cuenca de más de 800.000 kilómetros cuadrados. En la zona baja, el río se transforma según las estaciones: la época seca, de diciembre a abril, marcada por el calor sofocante y la ausencia de lluvias, hace retroceder y bajar las aguas del río; el monzón o época de lluvias, que se alarga de mayo a noviembre, hace que el caudal crezca tanto las aguas de su afluente, el río Sap, vayan a contracorriente. Gracias a este fenómeno, que sólo sucede en Camboya y en el río Nilo a su paso por Egipto, se inundan los campos de arroz y los peces son más abundantes.
El recorrido del río Mekong por seis países. Fuente: Conservation InternationalEl Mekong es el segundo río del mundo con mayor biodiversidad, después del Amazonas, y es el que tiene mayor producción pesquera, por lo que se convierte en una gran fuente de recursos proteicos para todas aquellas personas que viven en su ribera. Sus características geográficas también lo convierten en una potencia agrícola: en su cuenca se produce suficiente arroz como para alimentar a trescientos millones de personas, más del triple que sus habitantes. Además, a lo largo de su recorrido hay construidas alrededor de ochenta presas, lo que convierte a este río en una importante fuente de energía hidroeléctrica, especialmente a su paso por China y Laos, que suman el 50% del potencial total.
Sin embargo, la abusiva producción hidroeléctrica es uno de los factores principales que pueden poner en entredicho la seguridad de los setenta millones de personas que viven en la cuenca del Mekong, y especialmente en Camboya o Laos, donde más del 90% de la población vive en torno al río. Junto a la explotación energética, la contaminación de sus aguas, el uso de técnicas agrícolas poco eficientes y la deforestación pueden poner en riesgo la sostenibilidad del Mekong.
La electricidad, el gran deseo
La energía hidroeléctrica es la generada del aprovechamiento del agua en movimiento. Se suele producir en centrales hidroeléctricas que constan de tres partes: la central eléctrica donde se produce la electricidad, una presa que puede abrirse o cerrarse para controlar el paso del agua y el depósito donde se almacena el agua. La presión del agua atesorada en la presa contra las palas de la turbina hace que estas se muevan, haciendo girar un generador que produce la electricidad. Es una fuente de energía económica, limpia y que se renueva anualmente con el deshielo y las precipitaciones, pero también tiene consecuencias negativas para el ecosistema del río: modifica su curso y disminuye los niveles de oxígeno disuelto en agua, que se añaden a los impactos sociales y económicos que conlleva la construcción de las presas.
A mayor caudal y desnivel, mayor capacidad de generar energía hidroeléctrica, por lo que gran parte del potencial está en la parte alta del Mekong, que acumula un desnivel de 4.500 metros en China hasta la frontera con Myanmar. De forma natural surge así una relación de poder: los países del curso alto dominarán a los del curso bajo porque podrán cerrar sus compuertas y alterar el curso del río cuando lo deseen. No dejan de construirse presas, mayoritariamente financiadas por empresas chinas y espoleadas por la bonanza económica y la demanda energética de China o Tailandia. Un ejemplo claro es Laos, que está poniendo en marcha decenas de plantas hidroeléctricas para convertirse en la “batería de Asia” con el apoyo fundamental de China. Había sesenta y siete presas a lo largo de la cuenca del Mekong en 2017 y se han puesto en funcionamiento otras trece desde entonces, lo que suma alrededor de ochenta presas a día de hoy.
Presas hidroeléctricas en el curso del Mekong. Fuente: Water GrabbingA pesar del incremento en energía hidroeléctrica, el acceso a la electricidad entre las personas con menos recursos en países como Laos o Camboya no está garantizado. La demanda creciente de electricidad de las grandes urbes, y no la necesidad de suministrar electricidad a la población en general, es lo que promueve la construcción de centrales a lo largo del recorrido del Mekong. Pero la construcción de presas conlleva consecuencias negativas para la biodiversidad del río, ignorada por unas instituciones lastradas por la corrupción. Grandes infraestructuras como estas también exigen habilitar los terrenos adyacentes, lo que muchas veces pasa por deforestar el entorno —también para hacer espacio a la agricultura intensiva destinada a la exportación—, impactando en la vida natural de la zona, y haciendo más frecuentes y graves las inundaciones.
Para ampliar: “How dams and China’s might imperil de Mekong”, Hannah Beech en The New York Times, 2019
Riesgos para el Mekong
Mientras que China y Laos tienen un gran potencial hidroeléctrico, Camboya, Vietnam y también Laos acumulan los caudales del propio Mekong y sus afluentes, lo que les proporciona grandes cantidades de agua que fortalecen el sector agrícola y pesquero, especialmente en el delta. Este comienza en la capital de Camboya, Nom Pen, donde el gran río se divide en dos mitades entre el Mekong y el Bassac. A su vez, estos se dividen en seis y tres grandes canales respectivamente, y todos ellos, en conjunto, forman los llamados “Nueve dragones” que llegan hasta la desembocadura en Vietnam.
Los Nueve dragones del delta del Mekong. Fuente: Vietnamitas en MadridEs en el delta, que se extiende por Vietnam y Camboya, donde se sufren las peores consecuencias de la sobreexplotación del río. En estas zonas la agricultura es un sector fundamental por dos motivos: su peso en la economía local hace que sea un dinamizador para mitigar la pobreza, y no sólo abastece a vietnamitas y camboyanos, sino que suministra alimento al resto de la región. El crecimiento demográfico en el sudeste asiático está aumentando la demanda de alimentos, pero también está exigiendo técnicas agrarias más eficientes, que suelen ser menos sostenibles y que conllevan graves impactos medioambientales y sociales.
Dada la importancia del río para la agricultura y la pesca de la región, la disminución de cantidad y calidad del agua sería desastrosa para la seguridad alimentaria y económica de millones de personas. La escasez de agua en la parte baja del Mekong puede ser causada por las presas, pero también por el cambio climático, que altera los patrones climatológicos de lluvias y deshielo, y por el uso abusivo de los recursos hídricos en la propia agricultura, con métodos como la inundación o la extensión de cultivos, que demandan mucha agua.
En cuanto a la pérdida de calidad del agua, también preocupante, este puede deberse por un lado a la construcción de presas, y la consecuente alteración del curso del río, y por otro a la contaminación. El primer factor se traduce en salinización, presencia excesiva de sedimentos o eutrofización: la presencia excesiva de nutrientes, que suele resultar en un crecimiento inusual de la población de algas. En cuanto a la contaminación, el Mekong es uno de los diez ríos del mundo que, juntos, llevan el 90% de los plásticos que llegan a los océanos. Además, la propia agricultura utiliza sustancias químicas como pesticidas y fertilizantes, que contaminan el agua y la tierra. Ante la pérdida de calidad del agua y teniendo en cuenta que en julio de 2019 se registraron los niveles más bajos en el caudal, la fertilidad en la zona del delta estará amenazada en los próximos años.
En la parte alta del río, en Tailandia, las crecidas y bajadas del río son cada vez más impredecibles y pronunciadas. En Laos, se finalizó recientemente la construcción de la presa de Don Sahong, que modifica el transcurso de la cascada más grande de todo Asia en cuanto a volumen de agua y, en consecuencia, altera las rutas migratorias de los peces: aunque estos puedan adaptarse a los cambios naturales de caudales de ríos y lagos, no responden igual frente a alteraciones radicales como las presas o la concentración elevada de contaminantes en el agua. En la parte baja, Camboya se opone a las presas construidas por Laos porque pueden reducir el caudal del Mekong en su territorio, pero no por ello deja de poner en marcha proyectos propios, a pesar de las graves consecuencias medioambientales que puedan tener. Un ejemplo es la presa de Sambor: pone en riesgo a una especie ya amenazada, los delfines de agua dulce Irawadi, además de bloquear los nutrientes de los campos de arroz de Vietnam y los peces que constituyen una parte importante de la dieta de los habitantes del delta.
Así, la sobrexplotación de sus aguas y ribera, y la construcción ilimitada de presas a lo largo de su curso, amenazan a las comunidades locales que tradicionalmente se han servido del río para subsistir. En la cuenca del Mekong habitan más de cien grupos étnicos distintos, siendo una de las regiones con más diversidad del mundo, y aunque vive un proceso de urbanización constante, la población rural sigue siendo muy importante. La construcción de presas, junto a las consecuencias del cambio climático en la zona del delta, provocarán el desplazamiento de millones de personas.
Para ampliar: “Laos, amor por China”, Gemma Roquet en El Orden Mundial, 2017
Amistades complicadas
Al igual que con otros grandes ríos transnacionales, los países de la cuenca del Mekong han puesto en marcha organizaciones internacionales para regular su uso. En concreto hay dos: la Comisión para el río Mekong y el Foro de Cooperación Lancang-Mekong. La primera se creó en 1995 por el acuerdo de los cuatro países de la zona baja del río —Camboya, Laos, Tailandia y Vietnam— para defender la equidad soberana entre ellos, la integridad territorial y la protección del medio ambiente. Con este fin, la Comisión alertó en 2010 de la necesidad de una moratoria para que no se construyeran grandes plantas hidroeléctricas durante diez años. Sin embargo, sus decisiones no son vinculantes, y la oposición de Laos a este medida hizo que no fructificara.
Frente a la colaboración de estos cuatro países, China creó en 2015 el Foro de Cooperación Lancang-Mekong para facilitar la construcción de infraestructuras por toda la región en consonancia con su gran proyecto de la Nueva Ruta de la Seda. Las numerosas plantas hidroeléctricas construidas en países empobrecidos dependientes de la ayuda financiera china dan más soberanía energética al gigante asiático, y Laos y Camboya están precisamente entre los países que acumulan mayor deuda con China.
Países con mayor deuda externa con China en porcentaje del PIB, 2017. Fuente: StatistaCon dos organizaciones internacionales distintas y tantos intereses enfrentados, establecer acuerdos e implementar acciones conjuntas entre los seis países es complicado. Existe una relación de subordinación entre los que gozan de mayor potencial hidroeléctrico y los que dependen de que el agua siga su curso, como Vietnam o Camboya. La tensión es evidente: China controla la seguridad hídrica de los otros cinco países y, aunque Pekín permitió fluir al Mekong durante la sequía de marzo de 2016, los proyectos que impulsa siguen preocupando a los demás. Para frenar la escalada de tensiones, China trabaja para establecer alianzas con sus vecinos, especialmente mediante la financiación de los proyectos de grandes presas mediante los fondos del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras.
El último de los seis países es Tailandia, que no pertenece a la Comisión ni tiene el poderío de China. Ante el miedo a quedarse fuera de esta lucha por un recurso tan preciado como el agua y con la necesidad creciente de energía eléctrica, Tailandia financia proyectos como el de la presa de Xayaburi en Laos a cambio de obtener gran parte de la producción hidroeléctrica de la nueva planta. La construcción de esta presa despertó la oposición de Camboya y Vietnam, y de los propios tailandeses, especialmente cuando la presa se puso en funcionamiento en 2019, en un contexto de históricas sequías.
Para ampliar: “China, el nuevo banquero mundial”, Gemma Roquet en El Orden Mundial, 2018
Escenarios futuros
La cuenca del Mekong se enfrenta a grandes retos, como implementar nuevos modelos de consumo energético y sistemas agrícolas. A medida que la crisis climática avance, será más necesario hacer frente a la deforestación, y la contaminación de las aguas y las tierras. Es imprescindible evitar graves accidentes como el colapso de la presa de Xe Pian-Xe Namnoy en Laos en 2018, entre otros. Y también es necesario integrar a China, la potencia regional, en la Comisión para el Río Mekong y hacer partícipe al sector privado, para que poder poner en marcha todos estos cambios.
Si la oposición de los países de la cuenca baja a las grandes infraestructuras hidroeléctricas se tradujera en un consumo más responsable por parte de sus habitantes, empresas e instituciones, esto podría traer cambios positivos para el río. Según un estudio del WWF, la cuenca del Mekong tiene la capacidad de abastecerse totalmente de energía renovable y sostenible —eólica, solar, biogás, geotérmica y biomasa— sin recurrir a la hidroeléctrica de aquí a 2050. En Tailandia, por ejemplo, ya existen algunas experiencias en el campo de la energía solar y fotovoltaica.
Por otro lado, los sistemas de resiliencia también son cruciales en aquellas zonas que viven inundaciones frecuentes, con grave impacto para su economía. La ciudad vietnamita de Can Tho es pionera en este campo, diseñando una metodología con recomendaciones sobre cómo puede la ciudad responder a estas grandes crisis de manera integral: planificación de la vivienda y la industria combinadas con mejoras e incremento de infraestructuras de transporte y saneamiento, además de contabilizar las pérdidas económicas de estas inundaciones en los presupuestos.
¿Cuáles son los escenarios futuros? La emergencia climática es una realidad, y los desastres naturales son cada vez más frecuentes en el sudeste asiático. A pesar de las consecuencias negativas que se prevén, la demanda creciente de energía hará que países con economías más potentes como China o Tailandia sigan invirtiendo recursos en construir más presas, alterando todavía más el curso de un río del que dependen millones de personas. Todo esto transforma las comunidades que dependen del Mekong: las empobrece, las fuerza a migrar y perjudica su seguridad alimentaria y la de las personas que se alimentan con los productos que cultivan. El Mekong combina así dos ingredientes fundamentales para un posible conflicto: la gestión compartida de un recurso necesario y escaso, y multitud de actores con intereses contrapuestos, con China como la principal potencia. El Mekong es el centro de la tensión regional y seguirá siendo determinante para el sudeste asiático.
Para ampliar: “La Nueva Ruta de la Seda, ¿un obstáculo en la lucha contra la crisis climática?”, Teresa Romero en El Orden Mundial, 2020
Mekong, un río para seis países fue publicado en El Orden Mundial - EOM.