El melanoma cutáneo es un tipo de cáncer de piel derivado de los melanocitos, las células que dan el color a la piel. En la actualidad, se trata de uno de los cánceres sobre los cuales la comunidad científica dedica más esfuerzo debido a tres motivos:
- Su incidencia sigue aumentando año tras año, especialmente en personas jóvenes.
- Se trata de un tumor con un comportamiento muy agresivo, con una rápida tendencia al crecimiento local y a la expansión a otros órganos (metástasis), con un índice de mortalidad elevado.
- La prevención primaria y el diagnóstico precoz de este tipo de cáncer de piel consiguen mejorar exponencialmente su pronóstico.
El factor de riesgo principal para el melanoma es la historia de quemaduras solares en la infancia y en la juventud, aunque también son relevantes la presencia de muchos lunares, de lunares irregulares (nevus melanocíticos displásicos) y los antecedentes familiares de este tipo de cáncer de piel.
Existen distintas clases y cada una tiene ciertas peculiaridades. El tipo más frecuente es el melanoma de extensión superficial, que se manifiesta como una mancha negra – marronácea, de contornos y coloración irregular que tiene un crecimiento progresivo. Es la forma típica de pacientes jóvenes. En las chicas suele ser más habitual en las piernas y en los chicos en la espalda. El melanoma de extensión superficial tiene una fase de crecimiento radial y posteriormente tiende a profundizar, aumentando su riesgo de diseminación a otros órganos.
Por este motivo resulta crucial el diagnóstico precoz y consultar con un dermatólogo ante cualquier lunar nuevo irregular o cambios en los antiguos.
El melanoma nodular se manifiesta como una lesión sobresalida de coloración negra/marrón o rojiza de crecimiento rápido. Es más frecuente en hombres en la zona del rostro. El melanoma nodular nace directamente con un crecimiento vertical, por lo que la agresividad del mismo es mayor.
El lentigo maligno – melanoma consiste en una mancha marrón o negra de crecimiento muy lento. Suele aparecer en la cara de personas mayores y, al contrario que otros tipos de melanoma, su factor de riesgo principal es la exposición solar crónica. Otra particularidad es el curso muy lentamente progresivo de esta clase, cosa que implica un pronóstico más favorable.
Finalmente, el melanoma lentiginoso acral se manifiesta como una mancha negruzca irregular y de crecimiento gradual situado en zonas distales del cuerpo, tales como las palmas o las plantas. Es una variante típica de personas de piel negra, y su crecimiento es lento aunque, por la dificultad de su diagnóstico y tratamiento, su pronóstico no es favorable.
Prevención del melanoma
Para el diagnóstico precoz de este tipo de cáncer resulta de extrema importancia consultar con un dermatólogo siempre que se presente un lunar de color negro, de crecimiento progresivo o que sufra cambios en su aspecto.
Una simple exploración mediante dermatoscopía o epiluminiscencia, una lupa con luz polarizada que permite detectar signos tempranos de malignización, mejora su pronóstico al detectarlo rápidamente y permitir su extirpación.
El tratamiento de este cáncer de piel radica principalmente en su extracción quirúrgica con unos márgenes de seguridad.
Si la enfermedad está más extendida requiere el estudio del ganglio centinela (la primera zona donde puede asentar una metástasis) para confirmar o descartar la diseminación del tumor primario. Existen otras terapias adicionales para el melanoma, como la inmunoterapia (interferón), la quimioterapia y la electroquimioterapia.
En los últimos años se está trabajando en el campo de la genética, la terapia con anticuerpos monoclonales y la posibilidad de producir vacunas contra las células tumorales del melanoma.
Sin embargo, debe remarcarse que el factor pronóstico más importante de este cáncer de piel es la prevención mediante la protección solar y su diagnóstico precoz mediante dermatoscopía.