Buffalo Springfield en una típica imagen de la tele de los sesenta.
Hay títulos icónicos de los sesenta que se reconocen a la segunda nota, se versionen e incluso se mezclen con los actuales sin que pierdan brillo (al revés, casi siempre lo ganan); esta circunstancia es excepcional, puesto que lo lógico es que, en el terreno de la música popular, lo que funcionó un día seguramente no funcione medio siglo después, y menos aún de modo masivo, que es exactamente lo que ocurre con la música de aquellos auténticos buenos tiempos. El paso de los años ha demostrado que el éxito de entonces tenía talento, ingenio, buen gusto, de modo que, en realidad, tampoco ha de extrañar que la etiqueta ‘música de los 60’ sea casi un seguro. Prioridad para la melodía, mimo en el terreno de las armonías vocales, decoración exuberante, sonido limpio…, son algunas de las características que suelen mostrar gran cantidad de las piezas que lograron éxito en aquellos recordados momentos.Sí, podrían recuperarse un sinfín de títulos, aunque no sería tan fácil si la cosa se limita a medio siglo justo, o sea, si se revisan exclusivamente piezas de 1967; y aún se puede acotar más la cosa si se ‘pescan’ sólo éxitos de menor alcance, es decir, no los de los grupos más importantes (donde Beatles coparían gran parte del espacio, sobre todo aquel año) ni las canciones que lograron número uno de modo concluyente. Así, quedarían melodías que los más enterados identificarían fácilmente, pero apenas les sonarían a los menos interesados.Un buen ejemplo de gran canción con estribillo tan contagioso hoy como entonces es el ‘Love is all around’, que The Troggs lanzaron a finales de aquel año. Firmada por su líder, Reg Presley, es una delicia marcada por su cadenciosa y cálida melodía, la cual mantiene su chispa pase el tiempo que pase, independientemente de cuál sea el adorno o el momento; ha sido acondicionada muchas veces desde su estreno, e incluso alguna de sus versiones tuvo más fortuna que la original, la cual apenas alcanzó el top 10. Escuchada una vez (sea la adaptación que sea), deja su impronta para siempre, por lo que cuando vuelve a sonar resulta imposible no acompañarla…
Menos conocido es el ‘For what it´s worth’ de Buffalo Springfield (donde había tipos como Stephen Stills, el autor, o Neil Young . Se editó en enero del 67 y habla de los años sesenta, de manifestaciones y reivindicaciones antibelicistas, de palos y carreras delante de la policía..., una auténtica canción-protesta. El tema resulta hipnótico con ese ‘tic’ de la guitarra, con la voz de Stills contestada por el coro, esos aparentemente deslavazados toques de guitarra solista, ese ritmo a medio tiempo y, claro, con esa hechizante secuencia melódica. A pesar de todo, tampoco fue lo que se dice un éxito rotundo.Una delicia de armonía y musicalidad es el ‘Something gotten hold on my heart’ de Gene Pitney, que en septiembre de aquel año se acercó a los puestos de privilegio de las listas en medio mundo, aunque fracasó en Estados Unidos. Es una fina representante del pop más dulzón de su tiempo, con mucha pasión en los versos y melodramática a veces, sus arreglos son elegantes y sin estridencias (incluso los redobles), y la voz cuida la partitura por encima de todo. Siendo una canción de amor, su letra huye de casi todos los tópicos y se expresa con pensamientos profundos. Resulta ideal para cuando, en soledad, se quiere cantar a voz en grito algo con mucho caramelo.Sí que logró números uno, pero curiosamente es menos recordada que otras que no llegaron tan arriba, la extraordinaria ‘The letter’, de los Box Tops. Ofrece un ambiente menos amable, ritmo muy ágil, potentes acompañamientos de cuerda y metal y, sobre todo, una secuencia melódica muy pegajosa con cambios irresistibles, son algunas de las virtudes de esta pieza; el texto viene a decir: “he recibido una carta de mi novia en la que me dice que me quiere, así que tengo que tomar el avión, lo más rápido, y encontrarme con ella”. Todo ello en menos de dos minutos de excelente pop-rock facturado hace medio siglo. Otra que ha sido repescada un montón de veces (casi siempre con buen resultado) es ‘Everlasting love’, que estrenó hace cincuenta veranos el estadounidense Robert Knight. Logró notoriedad en las listas, pero el año siguiente los británicos The Love Affair la llevaron al número 1 con un aliño más rotundo. Su cadencia vivaracha encaja con precisión con su ambiente eufórico, desbordante, a lo que contribuyen los embellecedores detalles que no dejan de sonar y, como es habitual, unos estimulantes coros que entran y salen. Las cinco se recuerdan con gusto o se descubren con sorpresa. No han perdido su gracia y frescura aunque ya son cincuentonas. Pero lo mejor es que de aquella quinta se pueden reconocer otras dos o trescientas memorables melodías.
CARLOS DEL RIEGO