Revista Salud y Bienestar

Memoria de mi enfermera XI: "Turno de noche"

Por Lolamontalvo
Por fin, a las cinco y cuarto de la madrugada, Manuel se sentó en el sillón de la sala de estar con una humeante taza de café entre las manos. Elena, la auxiliar de enfermería, aún se encontraba con el celador acomodando a Evaristo, el paciente de la 6-A, al que habían tenido que cogerle una vía central de urgencia para pasarle la medicación y los concentrados de hematíes, en cuanto llegaran del banco. El internista de guardia, un adjunto con gesto adusto y desabrido, aún escribía las nuevas pautas en el mostrador del control. Con un desagradable gruñido había rechazado la invitación de Manuel para que se tomará un café con él en la sala de estar de enfermería. La mala suerte, propiciada por unos hados con un sentido del humor incomprensible, había determinado que, cuando llamaran al internista de guardia apareciera este joven adjunto de humor agrio y simpatía inexistente en lugar de la adjunta que también se encontraba esa noche de guardia, Adela, más mayor y con un talante más positivo y colaborador. Nadie tiene la culpa «¡y menos aún yo -pensó Manuel ahogando un bostezo» de que en medio de la noche, Evaristo sufriera una crisis que casi le lo lleva por delante. Eso y lo movidita que estaba el resto de la planta, habían convertido una noche más -y ya iban seis-, en un infierno.El murmullo de las conversaciones de Elena con el celador le llegaron a través de la puerta entornada. Ya habían terminado de limpiar y acomodar a Evaristo. En la mesa de la salita, Manuel había puesto ya otras dos tazas, leche y café calientes y unas madalenas para que se sirvieran en cuanto terminaran. Se lo merecían.Suspiró al tiempo que cerraba los ojos y echaba la cabeza hacia atrás. Las cosas en la planta estaban regular, pero en su casa no estaban mejor. Sus dos pequeños estaban con fiebre... probablemente una gastroenteritis. Sería algo banal, seguro, pero su madre le había llamado una decena de veces para consultarle todo lo que hacía, el apiretal o el dalsy que les daba, si los bañaba o no... ¡Un agobio! Como padre soltero debía de reconocer que a veces las fuerzas y las ganas no eran suficiente bagaje para ocuparse de todo, de su casa, del trabajo. ¡Menos mal que podía contar con su madre! Pero, ¿qué haría si su madre le faltara o cayera ella misma enferma...? ¡¡No, mejor no pensar!! El turno de noche fijo le había costado su matrimonio. La necesidad de ganar un poco más en el magro sueldo que supone el trabajo como enfermero se había cobrado demasiadas bajas. Su vida, su pareja, casi su salud... Manuel se incorporó en la silla, abrió los ojos y le dio un largo sorbo a su café ya frío.En el control de enfermería el adjunto terminó de escribir las nuevas pautas y se fue hacia los acensores sin despedirse, arrastrando los pies como única forma de avisar que se marchaba a descansar. Manuel sonrió con malicia cuando escuchó cómo sonaba el busca del adjunto una vez más. «¡Por lo estúpido que eres, te mereces una mala guardia!», pensó Manuel con rabia.Elena y el celador entraron en la salita. Mientras se servían un café, le informaron de cómo había quedado Evaristo. Él asintió en silencio. Elena trabajaba mucho y bien. No era necesario que le informara de nada, pero ella siempre lo consideraba oportuno.De repente, un timbre sonó. Su suave cadencia retumbó en el silencio del pasillo como una bomba. Manuel se levantó con ligereza y atendió la llamada en el mostrador del control... Y unos minutos más tarde llamó a su compañera:- Elena, llama al adjunto de guardia ¡rápido!La mala suerte propiciada por unos hados con dudoso sentido del humor consiguieron que...----oooo0000oooo----El trabajo y buen hacer de muchos profesionales de la salud no es algo que se note a menudo o que se conozca con frecuencia. Se da por hecho, se presupone.Me gustaría que con este pequeño relato se conociera un poco más.Y, por ahora, nada más.

Volver a la Portada de Logo Paperblog