Alcides no fue un censurado (aunque sin dudas lo hubiera sido), pero hace un cuarto de siglo por voluntad propia se inxilió de la vida cultural cubana. Como parte de ese inxilio, no se dejó seducir por el premio nacional de literatura hace como quince años. Se sentia premiado al saber que su libro Agradecido como un perro se cambiara por cigarros en el Combinado del Este a fines de los ochenta; que viajara en una bolsa de nailon con los escasos bienes de un balsero, o que preguntando por el barrio; llegaran muchachos desde cualquier parte del pais que lo descubrieron en una librería de segunda mano. Sus libros hoy son de coleccionista, un escritor desconocido por los más jóvenes e inédito luego de 1990, de no ser porque el editor sevillano Abelardo Linares tocó un día la puerta de casa y luego aparecieron otros en Logroño, y por la insistencia del inolvidable Albertico Rodríguez Tosca, en Colombia.
Alcides fue incapaz de moverse de casa para conocer a una celebridad. En cambio, muchos recordaran al anfitrión extraordinario, lo mismo amigos que recién llegados. Vivió como un poeta, siempre quiso ver poesía en los actos cotidianos. Algunos versos lo salvan para la posteridad. Ahuyentada la poesía, se dedicó a terminar enormes borradores de novelas que quedaron en proyecto por la prisa de vivir y que ahora me quedan llenas de notas para un trabajo enorme por delante. Muchas gracias a todos los que me han hecho llegar su admiración y pesar.