Hay quien opone memoria histórica e historia. No estoy de acuerdo. Creo que la memoria histórica, esto es, lo que la gente común recuerda o le han contado sus familiares sobre lo que ocurrió en nuestro pasado reciente, no tiene que ser menos historia que el rastro de esta en un documento "oficial". La memoria popular (casi siempre oral) es historia en la misma medida que lo es un texto escrito, un papel con membrete. Como toda fuente, debe ser revisada y contrastada, pero su origen no la hace más sospechosa. A veces, cuando es plural, tiene más credibilidad que cualquier documento generado por el poder.
Leo con interés un libro reciente: Guerra civil y represión en el norte de Extremadura, de Fernando Flores del Manzano (Raíces, Madrid, 2018). Y en la página 138 me deslumbra una doble cita que confirma la belleza de una coincidencia -alrededor de un hecho- de memoria oficial y memoria popular. Aunque no siempre ocurre, la historia que nos lega una institución del poder coincide y se complementa con el recuerdo que sobre el mismo hecho tiene un individuo.
Transcribe Flores del Manzano el informe de un juez sobre unos cadáveres encontrados en la vía pública de Plasencia el 17 de agosto de 1936. Tras un bombardeo de la aviación republicana sobre el cuartel del Batallón de Ametralladoras de la ciudad del Jerte, los falangistas matan, en represalia, a varias personas en plena calle. Sobre una de estas víctimas, en una de las partes de su informe, el juez dice:
"En la calleja de las Escuelas de esta Ciudad fue encontrado también cadáver, según el Sr. Médico Forense, un individuo que, según las referencias que se hacen, se trata de un tal Francisco Galán, de oficio zapatero (...) y en el suelo próximo a él se encontraron dos casquillos de bala de fusil". Según la autopsia, añade el autor del libro, tenía "orificio de entrada por la nuca y salida por la región clavicular izquierda".
El rastro oficial de este asesinato lo completa Flores del Manzano con una pertinente nota a pie de página en la que transcribe el testimonio sobre este mismo hecho del dirigente socialista placentino Severiano Caldera de Pablo, que pasó la Guerra Civil escondido en su casa, como un "topo", y dejó escritos sus recuerdos:
"Hoy, sobre las tres de la tarde, desde mi ventana oigo gritar a un chico que va con los brazos en alto y llorando. Va custodiado por falangistas armados, uno de los cuales dice "No te preocupes, que no te va a pasar nada". Este muchacho, Francisco Galán, pertenece a la Sociedad de Trabajadores de la Tierra, pero es un simple afiliado, sin cargos de responsabilidad en el partido. Pasados unos treinta metros escucho el repiqueteo de un fusil: le han asesinado en plena calle".
Memoria oficial y memoria histórica. Ambas son historia, ambas sirven para hacer historia. Este caso, como otros, más que confirmación de la veracidad de la historia popular, es comprobación de que la historia que genera el poder a veces no miente.