Edición:Funambulista, 2017 (trad. Joaquín García Bravo)Páginas:328ISBN:9788494712937Precio: 17,50 €
Funambulista ha recuperado, en su colección de clásicos, esta novela de Honoré de Balzac (Tours, 1799 – París, 1850) que nunca se había traducido al castellano. Se trata de Memorias de dos jóvenes esposas(1841), un título independiente al famoso ciclo La Comedia humana. En esta obra, el célebre escritor realista narra la correspondencia entre dos jóvenes amigas, que tras completar su educación en un convento, allá por 1823, toman rumbos distintos y deciden mantener el contacto a través de las cartas. Louise, la más pizpireta, se instala en París con los suyos, una familia aristócrata que la presenta en sociedad. En París descubrirá el amor y el placer de la seducción, sobre todo con su profesor de español, un hombre que oculta con celo su pasado en la península. Renée, por su parte, se marcha a una localidad de provincias, donde no tarda en contraer matrimonio por conveniencia con un señor mayor que ella. Le espera una vida previsible, tranquila, estable; todo lo contrario a la pasión desatada de Louise. No obstante, acaban de entrar en el mundo de los adultos, y les deparará sorpresas.
El casamiento se propone como finalidad la vida, mientras que el amor solo tiene por objeto el placer. Pero también es verdad que el matrimonio subsiste cuando el placer ha desaparecido, y origina intereses más importantes que los del hombre y de la mujer que se unen. En consecuencia, para hacer un casamiento feliz, solo se necesita esa amistad que, en vista de sus dulzuras, transige con muchas imperfecciones humanas. Nada se oponía a que yo tuviese amistad con Louis de la Estorade. Decidida a no buscar en el matrimonio los goces del amor en que nosotras pensábamos con tanta frecuencia y con peligrosa exaltación, sentía en mi interior una agradable tranquilidad.
En esta novela epistolar, Balzac relata la búsqueda de un lugar propio, de una forma de estar en el mundo, de dos muchachas con trayectorias contrapuestas y sin embargo muy unidas por ese fuerte vínculo de amistad que surgió en el convento. Desde el principio, ambas se prometen, con el fulgor de la juventud, contárselo todo; y así lo hacen durante más de una década, si bien con los parones y los silencios acordes a ciertas experiencias. El autor traza dos retratos esmerados de la experiencia femenina: por un lado, Louise, la mujer apasionada, coqueta, que disfruta del galanteo y de los viajes, libre de ataduras (al menos, de entrada), dejándose llevar tan solo por sus deseos, por su instinto; en el otro lado, Renée, la que encuentra el equilibrio en la existencia reposada del matrimonio y la maternidad, alejada de la animación de la capital, una rutina en la que reinan el orden, la disciplina y el afecto sin excesos. Louise y Renée representan el corazón y la razón, eso sí, con muchos matices; dos modelos de mujer, en suma, y de refilón también dos modelos de hombre, al contraponer al apocado marido de Renée con el galán español.
Si el amor es la vida del mundo, ¿por qué lo suprimen en el matrimonio los austeros filósofos? ¿Por qué toma la sociedad por ley suprema el sacrificar a la mujer a la familia, creando de este modo necesariamente una lucha sorda en el matrimonio? Esta lucha ha sido prevista por la sociedad y es tan peligrosa que ha inventado poderes para armar al hombre contra nosotras, adivinando que podíamos anularlo todo, ya con el poder de la ternura, ya con la persistencia de un odio oculto. En este momento, veo en el matrimonio dos fuerzas opuestas que el legislador debía haber reunido. ¿Cuándo se reunirán?
Los retratos suscitan una reflexión acerca de las libertades y las ataduras de cada chica, que se enriquece a medida que avanza la trama. A priori, Louise parece más libre: tiene el dinero de la familia, va y viene por el París exuberante, se mueve por la atracción y no hay nada que la ate en contra de su voluntad; en cambio, Renée, nada más salir a la vida, renuncia a experimentar el enamoramiento y se casa por conveniencia. Aunque aprecia a su esposo y disfruta de la maternidad, está ligada a un hogar, unas obligaciones. En cierto modo, una vive en una adolescencia prolongada y la otra se convierte en adulta de golpe. Con todo, los giros de la historia ponen en entredicho esta primera valoración. En particular, en relación con Louise: a la larga, la diversión, el galanteo, la falta de solidez, más que proporcionarle «libertad», le crean otro tipo de ataduras, esta vez arraigadas en su mente, en ese pulso febril por el que se deja llevar. De hecho, si se le puede hacer alguna crítica a esta novela, desde la perspectiva actual, es la moral conservadora de su mensaje, el «castigo» de la joven exaltada mientras la mujer convencional se mantiene siempre en armonía.
De nosotras dos, yo soy la razón y tú la imaginación, yo soy el deber grave y tú el amor loco; este contraste de espíritu que existía entre las dos ha querido continuarlo la suerte en nuestros destinos.
Honoré de Balzac
Memorias de dos jóvenes esposas destaca asimismo por plantear una amistad femenina, un tema poco tratado en literatura como motivo principal de la trama (y aún menos en la época de este libro). Las dos chicas comienzan muy unidas, con esa unión intensa de la adolescencia, de dos muchachas que hasta entonces lo han compartido todo. Pero ¿esa relación será capaz de resistir la prueba del tiempo, de los caminos tan distintos que han tomado? Sí, lo será, solo que pasará por altibajos. Celos, opiniones diferentes con respecto a cómo comportarse, encuentros puntuales que generan reacciones imprevistas; no todo son sonrisas y concordia. Y, mientras desarrolla el hilo de esta amistad, mientras ahonda en la psicología de las dos protagonistas, Balzac lleva a cabo un minucioso retrato de costumbres, recrea la sociedad francesa acomodada de la primera mitad del siglo XIX con el gusto por la descripción y el verismo que lo caracterizan. Una muy buena novela, en definitiva.Citas en cursiva de las páginas 96, 137 y 216.