Revista Salud y Bienestar

Memorias de un coordinador extraño

Por Saludyotrascosasdecomer

Capítulo nueve: Náufragos
Debido a que buena parte de mis competencias habitan en una nebulosa mutante y a cierta propensión personal a preguntar en lugar de buscar la salida de emergencia más cercana, esta mañana he asistido al pequeño milagro del nacimiento de un problema. Todos los que señalaban que no me tocaba, han terminado por mirar por la ventana, carraspear o palmearme la espalda.
El problema es nuevo pero los resortes que lo activan vienen de atrás, permanecían latentes en la carpeta “ésta-te-la-guardo”, voluminosa y siempre accesible. En cada despacho que se precie, hay una. Se emplea para elevar un problema menor a la categoría de protagonista por un día.
La persona que detecta el problema ya lo había anticipado en la soledad de sus pensamientos, quizás eso le empuje a ponerlo sobre la mesa con envoltorio de gritos en vez de comunicarlo previamente, o sin megafonía. Interrogada brevemente acerca del hecho, incluso preguntándole qué habría que hacer según su criterio, confiesa que el objetivo principal es la queja. Y ninguna otra cosa.
La persona que genera el problema no sabía de su existencia aunque tampoco le extraña, dado que la persona que detecta el problema tiene, a su juicio, un dilatado historial de resistencia a los cambios y recolección de conflictos varios. La persona que genera el problema lo minimiza y pide pruebas documentales de su existencia y, en segunda instancia, justificación para organizar las posibles soluciones. Algunas de ellas son tan complejas como sentarse a hablar, lo cual según opiniones poco autorizadas y no basadas en la evidencia también hubiese evitado, de producirse a priori, esta historia.
Hay varias secuencias con imágenes de largos pasillos, nubes aceleradas, archivadores que acumulan un silencio polvoriento, hasta un personaje secundario que como ni grita ni entorpece y expone su visión de manera razonada con argumentos inteligibles, probablemente quede descartado del montaje final.
Hemos acordado darnos un margen, apenas unos días para calmar las aguas y recordar que, aunque resulte increíble, viajamos en el mismo barco. Y nos interesa que no encalle.


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