Capítulo diecinueve: Fahrenheit 451
Una vez le pregunté a una representante sindical que pasaba por allí qué era la carrera profesional. Tras medirme con una mirada cargada de sabiduría legal me informó: “Tranquilo, eso no es para ti”. Con tan contundente bagaje y un boletín oficial subrayado he formado parte, años después, de uno de los comités encargados de puntuar varias de las memorias presentadas al efecto. Se trata de un proceso que, de forma muy resumida, aspira a evaluar diversos aspectos de los trabajadores conforme a principios de igualdad, mérito y capacidad con vistas a su promoción laboral. Supongamos que es usted un hacha, un individuo infatigable, competente, que se preocupa por actualizar su formación y tiene un desempeño óptimo… está de enhorabuena, la empresa se compromete a reconocer su dedicación con algo más que una felicitación navideña. Probablemente, quienes diseñaron este método, no vislumbraron el peligro de que algunos obtuvieran el nivel máximo por poco más que el simple ejercicio de respirar pero se han dado casos, abundantes, sangrantes, incluso con patrones respiratorios que deberían hacernos sospechar acerca de la integridad del tallo cerebral de ciertos sujetos.
Un somero análisis de los textos presentados nos permite admirar la abrumadora cantidad de virtudes y capacidades que adornan al común de nuestros trabajadores, cuyo conocimiento en materia de leyes patrias, facilidad de adaptación a los cambios, respuesta ante situaciones no protocolizadas o compromiso con la organización excede ampliamente las previsiones más optimistas. Tenemos un plantel que no nos merecemos, doy fe que en determinados casos esta afirmación se cumple a rajatabla. Otro apartado de significativa unanimidad es el relativo a los puntos débiles del puesto de trabajo: las deficiencias del sistema son invariablemente producto del mal funcionamiento del resto (también denominados responsables) y sólo en contados casos se aprecia un asomo de autocrítica. Es cierto que a estas alturas un lector perspicaz podría interpretar que lo que falla entonces son los puestos directivos, sin embargo auguro que en el supuesto de tener que realizarlas, las memorias de los jefes serían asimismo técnicamente impecables, brillantes. Huecas. Como si, se me ocurre, fueran facilitadas en un formato tipo por un sindicato y copiadas por la mayoría de concurrentes hasta en sus detalles más insignificantes. El ataque de los clones, versión rural.
Rescato de la avalancha de “memorias compartidas” aquellos escritos sinceros, literarios si se quiere, que esbozan un recorrido histórico de vivencias, aprendizaje y obstáculos afrontados durante los años transcurridos, sin perder de vista propuestas de mejora u otras especificaciones técnicas requeridas; un auténtico oasis de verdad, capaces de contar algo sin limitarse a cubrir fríamente el expediente.