Capítulo 30: Nunca digas nunca jamás
He sabido que algún nuevo prócer de la sanidad asturiana ha tanteado a personas allegadas para ocupar puestos directivos, con el persuasivo estilo del que vende jureles por la playa y el aplastante argumento de “es que tienes una cara de director médico que no veas”. Igual faltan elementos formados en gestión pero los mecanismos de reclutamiento, aunque sea para ocupar cargos de confianza, no parecen los más objetivos. La presidencia autonómica a cargo de un partido de muy reciente formación, con cuentas pendientes a repartir entre uno y otro lado (y no siempre es fácil saber cual de ellos tiene la deuda más grande), convierte el mes que no existe a efectos burocráticos en una sucesión de divertidas o, según se mire, espeluznantes anécdotas.
No creo que mis rasgos encajen con el perfil que se anda buscando, sin embargo ante la posibilidad de que me alcance alguna de estas ráfagas de metralleta desde Oviedo les anticipo que la probabilidad de padecer unas “Memorias de un gerente aún más extraño” es actualmente baja.
Disculpen, me están llamando.