Revista Salud y Bienestar

Memorias de un coordinador extraño

Por Saludyotrascosasdecomer
Capítulo 34: Adiós, muchachos
¿Por dónde se empieza a contar?
Desde luego, quería despedirme. Me ha gustado mucho compartir esto, volver a escribir. Pero sólo me salían palabras secas, llevadas por el resentimiento. Siempre me acuerdo de la biografía de González Ledesma, un escritor esencial de quién ya les he hablado en otras ocasiones. Historia de mis calles ostenta el nada despreciable logro de ser una memoria de los últimos casi noventa años sin rencor, sin hablar mal de nadie. Me ha costado asumir que yo no soy tan buena persona.
Han sido unas semanas duras, donde he visto un inusitado desfile de mediocres sacando pecho, los mismos que hasta hace poco callaban sus pequeñas mezquindades, por cobardía o por conveniencia, que han conseguido enrarecer la atmósfera de un cambio que estaba cantado y que sin embargo debería haber sido de otra manera. Uno no estaba preparado ni para las faltas de respeto ni las de elemental educación, para el desprecio hacia un trabajo que mal que bien se ha hecho desde la ilusión por aportar, por mejorar las cosas. No ha habido críticas en relación a la gestión, no se han analizado resultados, no se han señalado deficiencias más allá de los titulares de prensa que mañana servirán para envolver pescado. Solo ha habido relevo, sin más. En esta área sanitaria que a veces medio en broma confundimos con Galicia, no ha quedado ni un solo cargo directivo o intermedio. Nadie.
Así que, en respuesta tardía al comentario de un lector, no, no pensaba seguir. En esta breve experiencia he aprendido a valorar la importancia de un equipo cohesionado. Se dan muchas situaciones donde si no se sigue una línea conjunta es muy fácil que tu inmediato superior te deje con el culo al aire a la mínima. Eso nunca ha pasado. Sentirse respaldado y parte de algo ha sido impagable. Y eso, sólo eso, merecía una cierta lealtad a los que un día pensaron en mí para echarles una mano. Más allá del aprendizaje personal, quedan los compañeros. La inmensa mayoría, que trabaja sin hacer ruido y que siempre está dispuesta, sea para hacer un curso de formación, arrancar un programa o aportar una solución. Ellos son los que mantiene la nave a flote y con rumbo, así cambien capitanes.
¿Ahora? Volveré a ver pacientes y puede que les cuente la soledad y el cansancio de esperar un cambio de guardia en la montaña. Quizá nos demos una vuelta caótica y apasionada por el cercano Festival Internacional de Cine de Gijón. Puede que no. Quién sabe.
Quién puede decir cuándo se termina de contar.

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