Revista América Latina

Memorias de un escuálido en decadencia | Enjambre

Publicado el 04 octubre 2024 por Jmartoranoster

¡Otro fracaso más! Ya no queremos salir a la calle. La vaina nos da una pena que jode. La compañera María —Súmate— CM nos invitó a marchar para recordar el triunfo electoral del compañero Edmundo González, quien ahora está dándose la gran vida en el barrio de Salamanca, allá en Madrid. Nos dijo que esta marcha la llamaríamos el Enjambre, una vaina del carajo, que va a dejar locos de bola a los militantes de la dictadura. Pero llegó el 28 de septiembre y nosotros esperando el Enjambre, y ni siquiera la abeja reina se movió de su colmena para acompañar a las pocas abejas descarriadas que estamos defendiendo el triunfo del compañero Edmundo. De paso, ahora nos dicen que en Washington y en una agencia de prensa rechazan las actas nuestras porque les parecen sospechosas. Esas actas que presentamos allá, en vez de presentarlas aquí, en el TSJ y con el presidente Edmundo González al frente. Uno todavía se pregunta por qué carajo no hicimos eso, sino que Edmundo se le fue a presentar en España a Pedro Sánchez, a Mariano Rajoy, a Antonio Ledezma, ya Leopoldo —Verso Corto y Verso Largo— López. No, así no era la vanina. La vaina era que tenía que llegar al TSJ con las actas nuestras y decir: «Aquí tienes, Amoroso. Recoge tu gallo muerto».

Ahora, no es por nada, pero la vaina está arrecha, porque cada vez que un chavista que anda por ahí y nos ve, dice: «Huele a fracaso». Uno ya no está para esa pendejada. Una compañera nos contó ayer que se le acercó un chavista con una cara de felicidad que no la brincaba Ismael —Talanquera— García en sus mejores tiempos, y le dijo al oído: «Huele a fracaso». Ya uno se está arrechando, porque somos buenos robando e inventando vainas, pero, para llegar al poder, nos está costando una bola. Por ejemplo, cuando el compañero Juan —Millonario— Guaidó se autoproclamó, nos llegó con aquel trío de frases que ya forman parte de la historia política de este país, mi país, tu país: «Cese a la usurpación», «Gobierno de transición» y «Elecciones libres». Ninguna de las tres frases se cumplió. Antes, cuando queríamos más al poeta Leopoldo —Verso Corto y Verso Largo— López, hicimos a su lado aquella vaina que se llamaba La Salida, y el que salió fue él, derechito al barrio de Salamanca, donde nos damos el gusto de tener una oposición de lujo. Ahora, con la compañera María —Súmate— CM, nos llegó la frase «Hasta el final», y, por lo visto, ya se acabó todo. Estamos llegando al final con una pena del carajo, porque inventamos esa vaina que llamamos el Enjambre, que consiste en salir como las abejas, en multitud, en masa, así, sin ton ni son, pero con una sola condición: joder por todas partes, pero pelamos bola: cero hit, cero error, cero carreras. Creamos vainas locas para llegar al poder, pero al poder se ha visto que se llega con votos. Pero, por lo que hemos visto, nosotros no los tenemos, a pesar de que ya nos duele el galillo de tanto pedir las actas, las actas, las actas, sabiendo que el CNE nunca ha presentado actas, pero eso a nosotros nos importa un carajo, porque todo el mundo sabe que somos más arrechos que el perro de los Branger.

El papá de Margot llegó hablando solo: «¡Qué vaina tan rara! Me fui a Las Mercedes para ver si me empataba con una avispa del Enjambre que había anunciado por su red social la compañera siembre derrotada, pero no encontré a nadie. ¿Será que el enjambre salió por otro lado y no nos avisaron? Lo mejor es que nos olvidemos de esta vaina y esperemos tranquilos, sin armar gente, a las elecciones a alcaldes y gobernadores, para ver si ganamos una alcaldía o una gobernación. Ya los gobernadores que teníamos no nos paran bolas tampoco. El Morel Rodríguez no le importa un carajo lo que hagamos, y el Filósofo Rosales parece que nos abandonó. Los de Cojedes y Barinas, si nos han visto, como que se les olvidó esa vaina, así que vayamos pensando en sacar a esos carajos que nos traicionaron. Hasta el final era que al final nadie va a creer en nosotros». Y se fue al cuarto y agarró la puerta y le metió ese coñazo tan duro que la vecina salió gritando: «¡Bomba! ¡Bomba! ¡Pónganle una bomba a este carajo!».

—Hila una venda, hilandera, hila una venda tan larga que no te queda más lino; ponme la venda en la cara… —me declama Margot.

Roberto Malaver

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