«¡Te queremos, Zúñiga!». Nos quedamos con las ganas de dar ese grito. Cuando estábamos celebrando, el Arce, el dictador boliviano, le formó un peo a Zúñiga y al rato se lo llevaron preso, y nosotros nos quedamos con los crespos hechos y viendo al techo. Ya un grupo, los mismos de siempre, los que firmamos el decreto Carmona cuando el heroico golpe del 11 de abril de 2011, estábamos dispuestos a salir rumbo a Bolivia en un vuelo que nos ofreció un compañero (no lo nombro porque puede perder un negocio). Aquí estamos, con las caras arrugadas y quitando los Twitter o X que habíamos puesto, porque esas vainas de felicitar a los militares golpistas se piensan, pero no se dicen. Y además, nosotros somos locos de bola a bola: felicitamos a los militares cuando dan un golpe, y cuando están en democracia les decimos de todo, les enviamos pantaletas y les tiramos granos de maíz, y después salimos a decir que los defendemos. Pero lo mejor de toda esa vaina es la gente que nos apoya, que tampoco tiene un carajo de decencia, como nosotros, que lo único que nos interesa es el poder económico y después el poder político, pero eso no lo sabe la chusma que nos sigue, a menos que crean que uno está dispuesto a compartir las riquezas que nos robamos con ellos.
Hemos recibido una lección. Ya sabemos que si damos un nuevo golpe, tenemos que contar con esos marginales, y por ahora hay que convencerlos, porque ya nos arrancaron el poder el 13 de abril de 2011, cuando llegaron a Miraflores en busca de los que estábamos allí comiendo tequeños. El compañero Daniel Romero, aquel que leyó el decreto Carmona, se orinó del carajazo cuando vio que esos marginales venían a buscarlo. Esa vaina hay que evitarla para que estos carajos no sigan jodiéndonos. Allí está un libro que publicaron que llaman Los documentos del golpe, donde está toda esa vaina, es decir, las firmas nuestras, que con mucha honra y orgullo estampamos en aquel papel. También están los avisos de las instituciones que nos apoyaron, pero lamentablemente todo se derrumbó dentro de mí y dentro de mis compañeros. Abril es el mes más cruel para todos nosotros desde aquel momento en que perdimos el poder, aunque por 47 horas respiramos el grato olor del éxito. Ahora nos quitaron el récord en Bolivia, porque el compañero Zúñiga no aguantó dos pedidas y se fue al carajo cuando el Arce se le plantó de frente y dando la cara.
El papá de Margot, cuando vio la noticia, espetó: «No hay que decir nada todavía, porque la vaina está en veremos, y si digo que estoy a favor del compañero Zúñiga y al rato se va pa’l carajo, quedo como un soberano y verdadero güebón, así que vamos a esperar para saltar y brindar por esos compañeros que están rescatando la democracia en Bolivia». Y al rato, cuando vio que el golpe había sido una caricia, dijo: «Menos mal que no metí la pata y salí a celebrar como otros compañeros, que escribieron y gritaron y celebraron y ahora están como el 13 de abril, con la botella de whisky en la mano y viendo pa’l cielo». Y se fue al cuarto y agarró la puerta y le metió ese coñazo tan duro, que la vecina gritó: «Vete a Bolivia a dar golpes, muérgano».
—Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!… —me declama Margot.
Roberto Malaver