CUADERNO DE ROBOS (VIII)
“¡El best seller ha muerto! ¡El best seller ha muerto!” grita un coro de libreros, mientras un séquito de plañideras deshoja a su paso ejemplares de ‘Ángeles y demonios’. Juan Bonilla mira la procesión con pena y pone interrogaciones al titular de su artículo para contar lo que no quiere narrar, que las librerías se mueren. Es lo que ocurre cuando olvidamos que para ser refugio las librerías tienen que ser antes negocio.
Héctor Yánover lo supo bien. Tanto que sus clientes le dieron el título de “librero más famoso de Buenos Aires”. Daniel Paz lo retrató como un ángel con alas de libro, pero si lees sus entrañables memorias descubrirás que sobre todo fue un superviviente nato de un negocio que siempre estuvo en crisis. Aquí va una pequeña colección de sus anécdotas y máximas, para despertar el deseo de entrar en una librería y comprar, comprar, comprar…
Es una anécdota tan buena que debería ser verdad, pero…
“Quiero creer que un día de 1942, Ramón Gómez de la Serna compró el diario ‘El Mundo’ en la esquina de Callao y Corrientes para leer la ‘Aguafuerte Porteña’ de Roberto Arlt y se enteró del suicidio de Stefan Zweig. Caminando por Corrientes pensó que no tenía consigo la autobiografía de Zweig, ‘El mundo de ayer’. Entró a la librería de Palumbo, que fue aquella donde Arlt trabajó cuando escribía los cuentos de ‘El Jorobadito’ y pidió:
- ¿Me da ‘El mundo de ayer’?
Palumbo, ofendido, respondió:
- Aquí no vendemos diarios viejos”.
Clientes inolvidables…
“Un caluroso mediodía una morocha pidió un libro de éxito. Antes de que se lo envolvieran, el doctor Sánchez, habitué que paraba por allí y estaba leyendo junto a la caja, lo tomó con aire displicente mientras le decía a la atónica joven:
- ¿Me permite que se lo dedique? Soy el autor.
Y antes de que ella pudiese responder, ya había escrito “A mi dulce amiga…” – ¿Cómo es su nombre? – Sánchez era capaz de firmar, siempre como autor, libros de Homero, Platón y Pascal”.
…y ladrones que se creen héroes.
“Todo ladrón de libros se siente un revolucionario. Un intelectual que no ha robado un libro es a la cultura lo que una virgen al sexo”.
“En la librería Masperó, en París, pusieron un cartel que decía: “La derecha nos quiere suprimir; si ustedes siguen robando libros, tendremos que cerrar. No colabore con el enemigo”. Cerraron”.
Ni templos ni comercios, sólo el centro del mundo
“Hay librerías que son cementerios de palabras, con nichos hasta el techo (…) Hay librerías donde los libros gritan “sálveme, sáqueme de aquí” (…) Hay éstas en las que dan ganas de entrar y aquéllas de las que sólo dan ganas de salir si es posible, sin haber entrado nunca. ¿Sabés dónde está la diferencia? En los dueños. Detrás de cada librería hay un hombre responsable de su cara”…
…aunque a veces no sepan lo que venden
“ – ¿Tiene ‘Cartas persas’
Totalmente infatuado, el guardián del paraíso responde:
– Aquí no vendemos barajas”.
“…la poesía es hermana de la aventura y es por eso que los tahúres son atraídos por el libro como el poeta por el juego. Por eso no es raro ver a gente que debiera tener una pizzería detrás del mostrador de una librería. Porque el libro es un vicio que obra no sólo por lectura sino también por contacto y obliga a gente que jamás ha abierto ninguno a serle fiel por vida. Como un virus”.
Divertirse, esa es la cuestión
“El que no se divierte leyendo no debe leer. Las únicas diferencias entre los hombres son aquellas que señalan que ca cual es ca cual y se divierte con otro libro”.
‘Memorias de un librero’. Héctor Yánover. Editorial Anaya & Mario Muchnik. Madrid, 1994. 272 páginas.
Pd.: Para los que aún compráis libros que se tocan, se huelen y se venden en librerías, un premio: