Revista América Latina

Memorias en Altavoz. Relato coral de una historia viva. Presentación “Memorias en Javiera Navarro Marshall1

Publicado el 15 noviembre 2024 por Adriana Goni Godoy @antropomemoria
Memorias en altavoz. Relato coral de una historia viva

Presentación Libro: “Memorias en Altavoz”
Javiera Navarro Marshall1

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Desde mi perspectiva, acá no hay grados de infierno mayores o menores, son todos infiernos singulares que no se cuantifican, solo de cualifican.
Adriana Goñi dice que estas son voces minimizadas y desoídas, desconocidas para un conjunto de la sociedad, no puedo estar más de acuerdo. La memoria y el olvido son campos políticos en disputa porque
discuten las ideas canónicas sobre cómo está organizada nuestra sociedad y cómo debe construirse la identidad, y por lo tanto, es un campo contencioso y que necesita ser considerado cuidadosa y críticamente
por la psicología del desarrollo, lugar desde donde yo provengo.

  • Escena 1: Una mamá tirada en el suelo llorando (Leila, 13 años). Relatos que hablan de la imposibilidad de poner en palabras lo vivido (Elizabeth Lira)
  • Relato 1: “No sabía lo que estaba pasando pero por la expresión de sus rostros, sabía que no era nada bueno” (Loreto, 12 años). Adultos como reguladores del afecto y desde donde se interpreta el mundo,
  • Relatos 2, 3 y 4: “Mis papás nunca hablaron pero nunca más fueron los mismos” (Verónica, 15 años), “Mi abuela hablaba, mis padres callaban” (Francisca, nació 1984), y múltiples relatos de silencios, tantos relatos hablan de silencios. Desde la psicología del desarrollo las conversaciones entre padres e hijos/as son el contexto clave para armar memorias autobiográficas (Fivush, 2019), que dolorosos se sienten todos estos silencios.
    Elizabeth Lira dice en el prólogo de este libro: “Las familias no cuentan sus humillaciones, sus sufrimientos y sus miedos” y en contraste, la psicología del desarrollo ha descubierto que madres y padres son más
    elaborativos cuando conversan con sus hijos/as de acontecimientos negativos o difíciles. Las madres que ponen foco en las emociones negativas de sus hijos/as durante la primera infancia, tienen hijos/as
    adolescentes con una perspectiva subjetiva más rica (Reese et al., 2018). Esto desafía la idea popular “De lo malo o lo difícil no se habla con los/las niños/as” y nos enseña que de las humillaciones, sufrimientos y
    miedos, si se conversa en familia.
  • Escena 2: Roberto (12 años) cruza Pio Nono el 11 de septiembre y piensa, “que bueno que mi papá no está viendo todo esto”,
  • Escena 3: Carolina, a los 3 años consuela a su padre y le dice “Todo va
    a estar bien, papito”. Hijos/as que reversan roles, hijos/as que cuidan al mundo adulto derrumbado.
    2) El mundo infantil que no se desmorona: los juegos y los cuentos
    No hay mayor seriedad que la del niño cuando juega
    Friedrich Nietzsche

    Los juegos: Marta (10 años) recuerda como jugaba vistiendo a monitos de papel. Thamar (8 años) recuerda como aparece un viejo pascuero en medio de toque de queda, Mariana (5 años) se imagina jugando con su
    papá, pero no es su papá real, es su papá imaginado si no hubiera sido brutalmente torturado, Manuel (7 años) juega con casco y rifle en el techo de su casa el 11 de septiembre, y casi es asesinado, Francisca (9
    años) juega juntos a muchos otros niños en la Embajada de Italia con las cabezas llenas de piojos y parafina.
    Los cuentos: Tomasa (8 años) habla de “El lobo” en su relato, Rossana se refugia en la lectura de “Ana Frank”, Mariana usa a “Pulgarcita” para sentirse valiente y no tener miedo y recuerda como en medio del
    horror su padre se emocionaba leyéndole el “Príncipe Feliz”, Ximena (2 años) recurre a la Bella Durmiente para comprender como sin razón, perdía el conocimiento, Patricia (sin edad reportada), recuerda como su padre le contaba el Desembarco en Playa Girón como si fuera la Caperucita Roja.
    3) El horror y sus paradojas: la encarnación de lo polifónico y de sostener la multiplicidad
  • Un militar le lleva vaso de leche y un galleton a una niña que ha sido recién violada (Leticia, 10 años)
  • Una niña es llevada a un psicólogo “para que la ayude a olvidar” (Tamara, 2 años)
  • Una niña intenta suicidarse con solo 10 años (Verónica, 10 años)
  • Una bebé es detenida a los 8 meses de vida (Carolina, 8 meses)
  • Un colegio facilita una sala para que una niña sea interrogada por un militar (Leila, 13 años)
  • Dos niñas tienen que sostener ser hijas o sobrinas de torturadores, y al mismo tiempo, ser hijas o sobrinas de torturados/as (Vittoria, 9 años y Verónica, 1980).
    Y la esperanza
    Verónica, dice: “La palabra es el signo último de nuestra humanidad”, estoy muy de acuerdo, y agregaría, las historias, nuestras historias, ficcionadas o no, nos permiten ser auténticamente quienes somos. Y con estas ideas quiero cerrar: memorias e identidades en la infancia
    4) Las memorias y las identidades
    Desde una noción dialógica del lenguaje (Linell, 2009), el lenguaje es un proceso vivo, afectivo, interactivo, contextual, que se juega en el diálogo, pero además, desde una perspectiva del desarrollo, el lenguaje tiene un efecto formativo. La capacidad de contar historias, es el motor básico del uso del lenguaje. El lenguaje es clave en la infancia para organizar nuestros recuerdos y el gran potencial psicológico que tienen las narraciones es que nos transforman.
    En estos relatos se habla de: Recuerdos prestados, memorias heredadas, extrañar cosas que ni si quisiera viví, recuerdos que no son míos, recuerdos adquiridos, lo conozco por los relatos de otros, no es mi recuerdo, es el relato construido de tantos fragmentos, es una memoria con retazos.
    Y yo quisiera decirles que las memorias nunca son individuales, no están atadas a experiencias reales vividas, son siempre prestadas, co-construidas, son retazos parciales, que se pasan de boca en boca, que
    se fantasean, se elaboran y se encarnan. Estos recuerdos son suyos, tan suyos como pueden llegar a serlo.
    Son carne de su carne.
    Nuestra historia latinoamericana de no reconocimientos a los pueblos originarios y de dictaduras y violaciones masivas a los derechos humanos nos llevan a tener problemas permanentes y no resueltos con
    nuestras memorias pasadas y nuestros orígenes. Las nuevas generaciones de niños y niñas que crecen en
    Chile tienen que lidiar con un entorno social, histórico y cultural que no maneja bien las narraciones de orígenes y las narrativas familiares, que no sabe contar su historia, que está desafiado a administrar sus
    memorias, como dice Elizabeth Lira.
    Si los niños y niñas no tienen la posibilidad a lo largo de su desarrollo de discutir y negociar sus historias, es probable que esto tenga un impacto negativo en cómo construyen sus identidades. Sostengo que la
    narración, y en particular la narración de origen, puede ser pensada como un género discursivo, en el sentido de que es un grupo de formas específicas de hablar: preguntas y respuestas, contar y discutir, más o menos interactivo, más o menos elaborativo. Por lo tanto, la forma en que padres, madres e hijos/as hablamos de nuestros orígenes, de nuestros dolores, de nuestras memorias, es un procesos psicológico fundamental para el desarrollo, y no tiene que ver con cuanta imaginación hay en esos relatos, de hecho, tengo buenas
    razones para pensar que mientras más estos relatos abran mundos imaginados y posibles, mejores son para el desarrollo humano, pero eso es otra historia.
    Eduardo al final del libro, le dice a su abuelo: “Abuelo, venceremos y será hermoso”, desde mi perspectiva ustedes (y por ende, nosotros como Chile), ya vencieron. En circunstancias infantiles de adversidad infinita, sacaron sus voces, negociaron sus historias, construyeron sus infinitas identidades, y lo hicieron a través de jugar, de contar, de sostener lo insostenible; están vivos. Les admiro y les agradezco infinito.
    Javiera Navarro, 5 noviembre 2024
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