Revista Cultura y Ocio
«La cosa es que era uno de aquí, de mi pueblo, de Nuez, y tenía una burra, una burra y una mujer, ¡güey Jesús!, que se fueron a poner de parto las dos a un tiempo y la mujer le parió un rapá, un chico, y la burra, pues claro, parió un buche, y el crío vino bueno, pero el buche salió medio entariñido, que no cogía aliento, con poca vida, y claro, pues había que darle calor, que la calor es lo mejor a las criaturas, y lo metieron en una talega grande, de los talegones de traer las uvas en la vendimia, y lo ponen al pie de la lumbre y tapadico con un cacho manta, al buche, y acertó a entrar una vecina que venía pues a lo de las mujeres, si sería a darle la enhorabuena o a llevarle una pastilla de chocolate o algo, y vio la talega y destapó el buche y dijo «¡güey coño, qué condenao de rapá que salió arretratadico al padre». El texto es uno de los ochenta testimonios que se incluyen en el interior de esta lata, impreso en una cartulina —la número 26— cuyo anverso va ilustrado con un collage que lleva una reproducción del grabado de Goya Tú que no puedes, con un pañuelo familiar sobre la hoja de un libro de cuentas, creación de Leticia Ruifernández. Como todas las ilustraciones de esta obra que debería destacarse como uno de los acontecimientos editoriales de Extremadura en este curso, pues la fecha que lleva la primera edición es octubre de 2023. No tengo datos fehacientes, pero creo que la acogida que ha tenido esta singular propuesta desde que apareció en las librerías ha sido buena; y estoy seguro de que a la grata sorpresa de encontrar un libro así en los estantes acompañará el gusto de pagar poco más de treinta y ocho euros por algo tan peculiarmente elaborado. Las ochenta tarjetas (15,5 x 19,5 cm.) con los relatos que recrean historias orales —muchas del norte de Cáceres— van abrazadas en el interior de una lata como las de carne de membrillo que se veían antaño en las casas y que en algún momento sirvieron para guardar bagatelas que se hicieron recuerdos. Ese sabor antiguo que ofrece la novedad de estas Memorias en conserva (Garganta la Olla, Papel Continuo, 2023) ideadas por el etnógrafo, folklorista, actor y músico José Luis Gutiérrez (Zamora, 1973), que ha preparado los textos, y por la ilustradora Leticia Ruifernández (Madrid, 1976), que ha cuidado el diseño y la maquetación de todo. La caja es «el fruto de muchos años de escucha y de paciente recuperación de materiales, imágenes, sonidos, texturas...», dicen sus editores en el cuadernillo que acompaña al mazo con los trozos de memoria, y que detalla el modo de uso, los ingredientes, los sabores y colores de este tesoro, cuyo índice con descripciones se recoge oportunamente en esas páginas, desde el número 1 (En la memoria de Benita Jambrina de Moraleja del Vino. Fotografía de emigrante en Argentina, sobrina de la protagonista, sobre cartulina bordada por María Rodríguez con patrón de zapato de baile y jaculatoria original de origen desconocido) hasta el 80 (Contado por David «Moialde» en la taberna familiar. Estampa de la Virgen del Carmen de devocionario de la familia Gutiérrez, coloreada con acuarela). El surtido de los elementos con los que están elaborados los collages (telas, fotografías, tarjetas postales, dibujos, hojas de cuadernos antiguos...) se acompasa con la diversa procedencia y variedad de unos relatos de innegable valor histórico y social. En el acceso al sustrato de su más reciente libro —Arqueologías—, Ada Salas escribió: «Lo que fuimos entonces constituye un paisaje»; y lo recuerdo porque a su modo, este acierto editorial de Memorias en conserva cartografía una suerte de territorio temporal que nos pertenece.