Escrito en 1929, Mendel el de los libros es un relato corto que narra la triste historia de un peculiar librero de viejo que se pasa los días sentado en la misma mesa de uno de los muchos cafés de Viena, el Café Gluck. Jakob Mendel que así se llama nuestro protagonista, tiene una memoria extraordinaria para todo lo referente a datos, nombre de libros, editoriales, precios que ha tenido dicho libro, autores...todo cuanto tiene que ver con el libro que tiene en sus manos lo analiza y se le queda grabado en la memoria. Por esta extraordinaria cualidad, Mendel, que es un un inmigrante judío ruso, es admirado y tolerado por el dueño del café, así como por el resto de la clientela y aquellos que van en su encuentro en busca de algún libro muy difícil de conseguir. Sin embargo, en 1915 y debido a un enorme malentendido, Mendel es llevado a un campo de concentración, ya en época de guerra, acusado injustamente de colaborar con el Imperio Astrohúngaro. Tras dos años encerrado es puesto en libertad, regresando al Café como si nada hubiera ocurrido. Pero su memoria ya no era la misma, ya no puede leer, sus clientes han desaparecido, todo su entorno ha cambiado, reflejando el padecimiento sufrido, lo que contribuye a su trágico final.
En encargado de escribir tan conmovedor relato es Stefan Zweig (Viena 1881- Petrópolis 1942), escritor austríaco de la primera mitad del siglo XX. Fue un escritor prolífico, se dedicó a escribir novelas, ensayos, relatos y biografías, entre las que encontramos María Estuardo y la de Fouché. En la década de los 20 y 30 fue bastante popular, aunque después de su muerte su obra resultó ser menos conocida. Zweig fue uno de los primeros en escribir y oponerse a la intervención de Alemania en la guerra. Después de la guerra Zweig se estableció en Salzburgo y escribió algunos de sus más importantes ensayos como son: Tres maestros (1920), estudios sobre Honoré de Balzac, Charles Dickens y Fedor Dostoievski y La curación por el espíritu (1931), donde da cuenta de las ideas de Franz Anton Mesmer, Sigmund Freud y Mary Baker Eddy. El ascenso del nazismo y el antisemitismo en Alemania llevó a Zweig, que era judío, a huir a Gran Bretaña en 1934. Emigró a los Estados Unidos en 1940 y después a Brasil en 1941, donde se suicidó a causa de la soledad y una fatiga espiritual.
Su autobiografía se llama El mundo de ayer (1941). Como escritor, Zweig se destacó por su introspección psicológica, y una precisión, sencillez y elegancia que hacen que la lectura sea fluida y muy muy agradable, llena de frases tan profundas como éstas:
“Gracias a él me había acercado por primera vez al enorme misterio de que todo lo que de extraordinario y más poderoso se produce en nuestra existencia se logra sólo a través de la concentración interior, a través de una monotonía sublime, sagradamente emparentada con la locura. Que una vida pura de espíritu, una abstracción completa a través de una única idea, aún pueda producirse hoy en día, un enajenamiento no menor que el de un yogui indio o el de un monje medieval en su celda, y además en un café iluminado con luz eléctrica y junto a una cabina de teléfono…”
“Dios mío, pobre hombre, fuera de sus libros nada le alegraba ni le preocupaba.”
“Yo, en cambio, me había olvidado de Mendel el de los libros durante años. Precisamente yo, que debía saber que los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido.”
“Mendel ya no era Mendel, como el mundo ya no era el mundo"
“¿Para qué vivimos, si el viento tras nuestros zapatos ya se está llevando nuestras últimas huellas?” (“Mendel el de los libros”, Stefan Zweig)