Menorca ha sido uno de los viajes más completos de nuestra vida. Su calidad de isla manejable, protegida medioambientalmente en su conjunto gracias al reconocimiento como Reserva de la Bioesfera, sus fondos marinos (¡qué agua!) y, en general, su personalidad y aires de libertad nos han enamorado por completo. En este post os contaré qué hicimos durante 6 días en la isla y algunos consejos para visitar determinados lugares, ya que, derivado de que es una maravilla, Menorca está también bastante masificada, como era de esperar (incluso en tiempos de Covid).
Antes de nada, apuntar que los recorridos de cada día son independientes, con lo que podéis alterarlos a vuestro gusto y en función de donde os alojéis. Nosotros estábamos en Cala en Blanes, al sur, así que comenzamos a recorrer esta parte de la isla, si bien pronto subimos al norte, que nos gustó algo más porque había menos gente y tenía lugares igual de impresionantes. También decir que en el viaje hubo mucha playa; si queréis una ruta más cultural, os recomiendo otro post que tenemos de Menorca visitada en primavera.
Día 1 – Visita a las playas de Macarella, Macarelleta y Cala Galdana
Es importante comenzar diciendo que muchas de las playas del sur de Menorca (y alguna del norte) tienen dos condicionantes: a veces tienen una pequeña caminata desde el parking y el aparcamiento puede llenarse y que no puedas entonces acceder de este modo. Para visitar Macarella, una de las playas más populares de la isla, decidimos entonces caminar desde Cala Galdana y así no tener que preocuparnos por si el parking se llenaba. Además, luego haríamos el paseo que te lleva también a la vecina Macarelleta, más idílica si cabe pero llena “hasta los topes”. Por lo que en total son unos cuatro kilómetros.
Macarella:
Macarelleta al fondo:
Macarella y Macarelleta, las calas más famosas de Menorca
En mi opinión, el esfuerzo merece totalmente la pena. Macarella no me pareció tan bonita, quizás porque ese día había bastantes algas (plantas marinas necesarias para la conservación de este paraíso, todo sea dicho de paso), pero el entorno y las cualidades de Macarelleta me encandilaron a primera vista. En estos tramos, hay varias señalizaciones que te indican que en el borde del acantilado hay un mirador. Os animo a acercaros: la vista del ancho mar y de la zona es una forma genial de admirar el pedazo de lugar en el que nos encontramos y tomar conciencia de la suerte que tenemos.
Por último y ya a la vuelta paramos en Cala Galdana, que más allá de ser una playa urbana, no deja de ser súper bonita y tener unas condiciones ideales para el baño. Por lo que no solo fue una parada necesaria; sino realmente placentera.
Cala Galdana:
CONSEJO: plantearos hacer algún trekking medio largo para visitar las playas de Menorca, aunque solo sea una vez. Los paisajes merecen la pena y la experiencia que se logra así es también especial y única.
Día 2 – Recorriendo el norte: playas de Algaiarens y Cavalleria
El norte nos atraía especialmente, ya que en los últimos tiempos escapamos también de forma acentuada de las masificaciones (aunque yo siempre defienda que existen por algo en las zonas más bonitas). Nos habían recomendado las calas de Algaiarens, una zona virgen con amplios arenales que nos encantaron.
Playa de Es Tacants:
Aunque la primera playa ya apuntaba maneras (Cala Es Tacants), seguimos andando hasta Des Bot, siguiendo nuestra regla básica ‘anti-masificación’: cuanto más andes; más solo te sueles encontrar. Pero es que además el camino era precioso. Allí hicimos una parada larga, incluso con una lluvia leve mediante, disfrutando del paisaje, de un baño tranquilo y de snorkel, actividad en la que no vimos nada especial pero sí los peces habituales que nos serían más que suficiente para disfrutar sobremanera. También quiero resaltar que aunque el agua de estos arenales no es azul clara como en el sur, seguramente por el color de la arena y otros condicionantes, se aprecia igualmente el fondo y es bien cristalina. Una maravilla, vamos.
Enamorada de playa Cavalleria
No queríamos dejar de conocer más del norte de la isla, así que después de una parada en cualquier camino para comer, nos dirigimos a la playa Cavalleria, otra de las más conocidas de la isla y en la que esto es palpable por la afluencia de gente. No obstante, no hay que andar demasiado para llegar y el parking es grande. Aquí no caminamos mucho; dejamos nuestras cosas y seguimos explorando los fondos marinos del lugar, admirando como a muchos metros de profundidad aún se aprecia el fondo claramente. Disfrutando como niños.
Playa Cavalleria:
CONSEJO: si habéis alquilado un coche, aprovechad algún día para haceros unos sandwiches, comprar una bolsa de hielo y enfriar unas cervezas, y parar en mitad de cualquier camino para disfrutar de una zona de Menorca para vosotros solos. Eso sí, cuidad el medio ambiente y recoged vuestra basura.
La playa de Cavalleria es además de una belleza exultante, que me hizo considerarla mi playa favorita de Menorca hasta que conocí otras con las que como poco, empató (Son Bou y Pregonda). Tras un largo tiempo en ella, nos acercamos al faro homónimo, situado un poco más al norte en una pequeña península, lo que hace que las vistas del territorio sean una verdadera pasada. Tomamos algo en el faro y caminamos por sus alrededores despidiendo el día tan intenso que habíamos vivido.
Día 3 – Visita a Son Bou, Bodegas Binifadet y Binibeca
Para el tercer día, quisimos no echar el día entero en la playa, si bien este viaje, como estaréis apreciando, tenía como claro objetivo conocer los mejores arenales de la isla. Por la mañana, iríamos a un arenal (Son Bou) pero recogeríamos pronto para ir a comer a un sitio especial y luego dejar una visita al pueblo de Binibeca para la tarde.
Playa de Son Bou:
En este caso, el parking es grande y está cerca de la playa, dando acceso a la más larga de la isla; unos tres kilómetros. Por eso, Son Bou fue mi playa predilecta en el sur. Y por su agua, cristalina y puro azul cielo. El típico paisaje que yo miro una y otra vez; y del que aún así, soy incapaz de apartar la mirada. ¡Es hipnótico!
Gracias a su longitud, pudimos lograr una zona donde apenas había dos líneas de playa andando un poquito (por sus cualidades, esta playa está también “hasta la bandera”) y disfrutar plenamente de ella. Realmente me encantó.
CONSEJO: no os acomodéis en el primer lugar que veáis de las playas. Aunque a veces cueste, ¡el esfuerzo siempre tiene una buena recompensa!
Probando la gastronomía local
Para la comida, elegimos una bodega que nos habían recomendado, donde pudimos disfrutar de la gastronomía local eligiendo una cata de vinos & quesos. Pero es que además las Bodegas Binifadet no solo tienen buena comida; sino unas instalaciones donde merece estar tan solo por un fin puramente estético. También tienen visitas guiadas explicativas pero cuando fuimos estaban completas; nos conformamos por un pequeño paseo entre las viñas. Para comer, también elegimos un arroz negro con sepia, mejillones y salmón marinado. Todo ello correcto.
Bodegas Binifadet:
Aprovechamos estar en este lado de la isla para acercarnos también a Binibeca, un pueblo cuyo centro está completamente calado de blanco y que rezuma coquetería por los cuatro costados. Los edificios, también de formas especiales, se entretejen en una serie de laberintos con salida al mar. Con todo, este pueblo me dejó un poco fría. Quizás por la hora en que lo visité (demasiado pronto, la hora de la siesta) o por tener un cierto aire demasiado sofisticado para mí, eché en falta un poco más de alma.
Binibeca: una invención estética
Investigando un poco este poblado turístico fue creado en los años 60, “imitando la arquitectura de los poblados de pescadores”. Quizás ahí esté la clave. No obstante, creo que es ideal para tomarse algo, disfrutar de ello por la pura galería y también el bonito paseo frente al mar. Nosotros fuimos después de comer, pero algo más tarde también nos recomendaron el local ‘Bambú’, ideal para tomarse algo al final del día o cenar.
CONSEJO: no esperéis de Binibeca un pueblo pintoresco, si no un lugar inventado para soñar.
Lo de parar a tomar algo lo teníamos planificado para la archipopular Cova d’en Xoroi, un local que se adentra en plena roca y ofrece un lugar idílico para ver la costa y especialmente el atardecer. Fuimos a las 18.00 y había una cola de unos cuantos metros. No lo pensamos y dimos media vuelta. Con todo ello, disfrutamos también de esta ruta inexplorada anteriormente y de pequeños detalles como encontrarnos una pequeña tortuga en mitad de la carretera y volver para salvarla del peligro (gesto que no hubiera sido necesario, pues al volver ya se había apartado ella sola a un lateral).
CONSEJO: Nuestro consejo es que si vais en temporada alta ni lo intentéis y elijáis opciones algo menos conocidas como Sa Posta de Sol, en Cala en Blanes (llamar de todas formas porque se llena algo también).
Ese día, que en inicio debía ser tranquilo, no acabó ahí. Disfrutamos del atardecer un día más en Pont d’en Gil, que estaba muy cerca de nuestro hotel; y después de cenar y ver un partido de fútbol, fuimos cerca de Punta Nati, donde no se puede llegar con el coche hasta el faro, para ver las estrellas y fotografiarlas. El buen tiempo de Menorca hace que este tipo de actividades se disfruten más si cabe en las mejores condiciones.
Día 4 – De cala en cala en el sur de Menorca en barco
Este día lo pasamos casi por completo surcando el Mediterréneo en un barco sin licencia. Una experiencia que ya habíamos catado en la Manga del Mar Menor pero que cobró otra dimensión en esta ocasión, pues lo que vieron nuestros ojos fue un paraíso que quizás de otra forma no hubiéramos apreciado igual. Elegimos un trayecto por el sur, que abarcaba desde Ciutadella hasta Cala Galdana, donde nosotros por ir tranquilos ni siquiera llegamos.
Cala Talaier:
Aunque conducir un barco sin licencia es realmente sencillo, hay que tener en cuenta que va despacio (un punto también a favor de nuestra seguridad) y que son muchas cosas que ver. Imprescindibles en mi opinión, Son Saura y Turqueta; y una zona que te recomiendan especialmente aunque no es una playa específica. Está pasado el Faro de Artrutx y se ve fácilmente porque está llena de barcos. Se conoce como la ‘La Cueva de los Gorriones’ y es una auténtica piscina natural de aguas prístinas.
Esta fue nuestra forma de vencer de nuevo la masificación de la isla, si bien la experiencia acabó venciendo por sí misma.
CONSEJO: Nuestro consejo es que no dudéis en elegir un día entero para ser capitanes por un día. No se olvida fácilmente.
Día 5 – Nuestra experiencia en bici por Menorca
Últimamente nos ha dado por montar en bici, así que no dudamos al elegir este medio de transporte para conocer otra cara de la isla. Y de nuevo, la expectativa fue superada por una realidad especial, muy especial. Las alquilamos en Ciutadella, donde el chico nos recomendó un par de sitios. Nosotros queríamos llegar a Punta Nati, dado que habíamos pasado por la zona varias veces y nos habían atraído unas construcciones de forma piramidal que salpicaban los campos del lugar. El faro fue nuestra primera parada y de camino vimos más de cerca las casetas mencionadas que utilizan los menorquines para fines agrícolas. Estos elementos junto al material más común de la isla (el marés, compuesto de fósiles marinos) hacían que la estampa fuera verdaderamente lunar.
Vistas desde Punta Nati:
Además, gracias a la experiencia de recorrer parte de Menorca en bici, llegamos a un territorio menos conocido turísticamente y quizás por ello especialmente auténtico: su sector primario. Contemplamos así sus campos de labor y de ganadería, dejándonos llevar por un ritmo lento y constante; por una forma diferente de acercarse a un destino.
De ahí saltamos a la parte costera en dirección al puerto antiguo hasta Sa Farola, una cala escondida a las afueras de Ciutadella. Otra maravilla con fondo marino ideal que al ser menos conocida, mejoró aún más la experiencia. De ahí, bordeamos la costa hasta cala en Blanes y luego volvimos al punto de partida.
Sa Farola:
CONSEJO: No tengáis miedo a coger la bici en Menorca. En general, hay mucho carril, si bien tendréis que tomar alguna carretera con el resto de coches. No obstante, se nota que es un lugar acostumbrado a este medio de transporte y la experiencia merece mucho la pena.
Ciutadella, una ciudad preciosa
De hecho, aún aprovechamos un poco para conocer Ciutadella en bici, si bien fue algo más incómodo. Y volvimos andando para apreciar mejor esta ciudad, preciosa, y con un encanto marítimo único. Allí es imprescindible la plaza del Born, con el Ayuntamiento; la Catedral de Santa María; y la zona del puerto; pero sobre todo, pasear contemplando su excepcional belleza.
Día 6 – Pasar el día en Cala Pregonda es un buen plan
Llegamos al último día cansados, no os lo voy a negar. Pero con el día entero por delante, creímos buena idea andar 40 minutos para llegar a Cala Pregonda, para muchos la mejor de la isla, si luego no íbamos a hacer más. Y de nuevo mereció la pena. Pero tampoco os voy a engañar: el camino es cansado y además, esta vez la regla anti-masificación flaquea. Caminas un montón y aún así hay gente (aunque también es cierto que cada vez menos si ibas un metro más allá). Pregonda tiene fama y siguiendo lo dicho anteriormente: tiene razones para ello. ¡Qué playa!
El camino es relativamente sencillo, pero el sol pega fuerte y al final hay una pendiente. El entorno es realmente precioso y ayuda, pero a veces uno pide la hora, está claro. Cuando llegamos entendimos lo que mucha gente nos había dicho y es que tanto la forma (forma una pequeña bahía con pequeños islotes) como el agua hacen que Pregonda sea muy especial. Así que nos relajamos, tomamos varios baños y hacemos snórkel. En esta última aventura, ¡llegamos a ver una estrella de mar! Y peces algo diferentes que en las veces anteriores, si bien no abundan y hay que tener mucha constancia.
Ese día nos acercamos ya tarde a Fornells a comer al Café del Nord, donde esperamos un buen rato pero comimos muy bien (probé una manta raya por primera vez en mi vida); y ya no dimos más de sí. Nos despedimos de nuestra zona, que también nos había gustado y agradecimos los días tan completos y únicos que habíamos pasado. ¡Qué completa es Menorca! Solo nos dejó ganas de más.
DATOS PRÁCTICOS EN MENORCA
Alojamiento: nosotros nos alojamos en el Hotel Binimar. No lo habíamos elegido, pero nuestro hotel cerró a raíz del Covid, nos avisaron a tres días y nos dieron esta opción, algo peor, ofreciéndonos pagar el desayuno para equilibrar la inversión. Al quedar tan poco tiempo aceptamos aunque no nos gustó esa forma de tratarlo por parte de Booking. Quizás no pueda ser objetiva por esta situación y aunque el alojamiento no está mal (es correcto), al ser grande, está muy lleno de gente y es por ello algo ruidoso. La ubicación está bien y es amplio, pero la relación calidad precio nos pareció un tanto mala.
Cómo moverse: nosotros alquilamos un coche en la compañía Record Go y todo salió muy bien. Tienen las oficinas a un paso del aeropuerto hasta donde ponen un autobús de cortesía. No tuvimos ningún problema y aunque habíamos cogido un seguro, no era directamente con la compañía y si hubiéramos tenido que pagar algo, Record Go te retiene el dinero y luego tú debes reclamar a la compañía tercera. Por eso, te recomiendan sacar el seguro directamente con ellos. Tiene bastante sentido, aunque salga algo más caro.
Situación Covid: para coger el vuelo que compramos con Iberia tuvimos problemas (la situación llegó a ser tan surrealista que decían que teníamos el check-in hecho pero no el billete comprado) pero conseguimos solucionarlo. Y con el hotel, también sufrimos cambios. Solo lo comento para que estéis un poco más alerta si cabe con todas las cosas que tengáis reservando (confirmándolo bien previamente y echando un vistazo a sus mensajes), pero en principio no debería haber ningún problema. Al final lo más importante, es ponerse la mascarilla e intentar mantener la distancia social, que casi siempre se puede asegurar.