A pesar de que muchos papás sabemos que el castigo no nos va a ayudar a educar a nuestros hijos de forma constructiva es curioso observar como lo seguimos utilizando. Y lo que es peor, es triste ver cómo se llega a convertir en nuestro método principal de crianza.
Y es que la realidad es que el castigo funciona. Y funciona en el momento, sin esperar al día siguiente, ni al año siguiente, ni a la etapa siguiente. Sencillamente funciona. Un grito a tiempo y parece que el peque deja de hacer aquello que no está bien. Y en nuestras ajetreadas vidas, ¡necesitamos soluciones rápidas, no complejas técnicas!
Sin embargo el castigo es malo, es, de hecho, la peor forma de educar. Y digo esto sabiendo que en el día a día es muy difícil educar sin utilizarlo. De hecho, hasta el papá o la mamá más paciente y democrática lo ha utilizado en algún momento, y es que el castigo es fácil, rápido y sobre todo, es la forma de crianza que hemos visto siempre en nuestro entorno. Y recuerda que la principal forma en la que aprendemos es, a través de la observación. Por eso, a pesar de que leas un montón de artículos que te dicen los efectos malos del castigo, al rato, nuestro peque tira un bote al water y "te sale" casi sin pensarlo el " vete a tu habitación", " ¡eres un desastre! te has quedado sin el postre" o " esta tarde ya no vas al parque ".
Y ahora estarás pensando, pero, ¿por qué es malo? yo tengo que decirle de alguna manera a mi hijo que esto o aquello no está bien. Si nunca castigo, ¿no se puede convertir en un rebelde?. Pues bien, lo cierto es que uno de los efectos del castigo es precisamente ese, la rebeldía. Lo más frecuente cuando un hijo es muy rebelde es que tenga unos padres muy castigadores y si no, fíjate alrededor y me darás la razón.
Además de por su efectividad, la razón principal por la que seguimos utilizando el castigo es porque no conocemos alternativas útiles y eficaces. Y es que cuando "la ha liado" no podemos meternos a internet a buscar qué hacer en ese momento, así que tiramos de "hemeroteca" y lo que hemos visto y de lo que sabemos es de pegar una voz, de llevarle al rincón de pensar o de quitarle algo que le gusta. Así que, eso hacemos.
Pues bien, la buena noticia es que hay alternativas positivas, constructivas y muy eficaces diferentes del castigo para conseguir decirles a nuestros hijos lo que está bien y lo que no y la mejor alternativa es la técnica centrada en soluciones. ¿Qué es eso?
Centrarnos en soluciones implica que, cuando nuestro peque hace algo que no está bien en vez de optar por el castigo le orientamos hacia ¿cómo podemos resolverlo? mostrando empatía y comprensión. Lo voy a explicar con un ejemplo:
Imagina que tu peque se ha pasado la tarde experimentando y buscando su artista interior y ha pintado toda la pared de casa con los nuevos lápices de colores que le regalaron los abuelos el día anterior. A ti te parece fatal lo que ha hecho porque ha estropeado los lápices nuevos y además ha ensuciado toda la pared del pasillo que habías pintado el verano pasado. Pues bien, en esta situación ¿cómo podríamos actuar?- Castigando: Le quitamos los lápices de colores, le decimos con un tono de voz alto y serio que no se le puede regalar nada porque todo lo estropea y después de eso le indicamos que está castigado en su habitación sin sus dibujos preferidos.
O podríamos actuar:
- Centrándonos en las soluciones: Nos sentamos con él delante del estropicio y le explicamos que ha estropeado los colores nuevos, que entendemos que estaba muy ilusionado con el regalo y seguramente tenía tantas ganas de probarlos que no ha pensado bien cómo utilizarlos y que, ahora, la pared está muy sucia y la habíamos pintado hacía poco. Le decimos (y esto es muy importante por eso lo subrayo y le pongo negrita) también que entendemos que se sienta mal porque seguramente no lo ha hecho apropósito, pero que ahora tenemos que arreglarlo. Y a continuación le invitamos a centrarse en una solución: ¿Y ahora qué hacemos?, ¿cómo arreglamos todo esto?
Es posible que si le damos tiempo suficiente (y no le cortamos al hablar) acabe encontrando una buena solución. Podemos darle ideas, sugerencias, pero nunca resolverlo nosotros y exigirle que lo haga él porque entonces ya nos habríamos pasado al castigo. Seguramente si lo hacemos bien igual se le ocurre guardar los colores en su estuche sacándoles punta para poder seguir utilizándolos e intentar borrar lo que ha pintado y con la ayuda de mamá y papá limpiar con un paño la pared.
Ya sé que esta técnica requiere más tiempo que el castigo, es cierto, pero sólo tiene efectos positivos y es mucho más efectiva para conseguir buenos comportamientos a largo plazo. El tiempo que estás gastando hoy es una gran inversión para el futuro.
Invitar al niño a centrarse en soluciones no sólo es la mejor alternativa, sino que va a favorecer (y mucho) que construya una autoestima positiva, proactiva y una personalidad más optimista y mucho más preparada para afrontar los obstáculos de la vida. Y es que cuando enseñamos a un niño que cuando algo está mal hay que resolverlo, le enseñamos lo que está bien y lo que está mal, le enseñamos que él puede resolverlo, le enseñamos que todos comentemos errores y que lo mejor no es esconderse sino resolverlo y además potenciamos su inteligencia animándole a buscar soluciones creativas. ¿Todavía no te he convencido?
Os animo a que probéis esto cuanto antes y me dejéis vuestros comentarios más abajo. ¡Me encantaría saber si os es de utilidad!
A pesar de que muchos papás sabemos que el castigo no nos va a ayudar a educar a nuestros hijos de forma constructiva es curioso observar como lo seguimos utilizando. Y lo que es peor, es triste ver cómo se llega a convertir en nuestro método principal de crianza.
Y es que la realidad es que el castigo funciona. Y funciona en el momento, sin esperar al día siguiente, ni al año siguiente, ni a la etapa siguiente. Sencillamente funciona. Un grito a tiempo y parece que el peque deja de hacer aquello que no está bien. Y en nuestras ajetreadas vidas, ¡necesitamos soluciones rápidas, no complejas técnicas!
Sin embargo el castigo es malo, es, de hecho, la peor forma de educar. Y digo esto sabiendo que en el día a día es muy difícil educar sin utilizarlo. De hecho, hasta el papá o la mamá más paciente y democrática lo ha utilizado en algún momento, y es que el castigo es fácil, rápido y sobre todo, es la forma de crianza que hemos visto siempre en nuestro entorno. Y recuerda que la principal forma en la que aprendemos es, a través de la observación. Por eso, a pesar de que leas un montón de artículos que te dicen los efectos malos del castigo, al rato, nuestro peque tira un bote al water y "te sale" casi sin pensarlo el " vete a tu habitación", " ¡eres un desastre! te has quedado sin el postre" o " esta tarde ya no vas al parque ".
Y ahora estarás pensando, pero, ¿por qué es malo? yo tengo que decirle de alguna manera a mi hijo que esto o aquello no está bien. Si nunca castigo, ¿no se puede convertir en un rebelde?. Pues bien, lo cierto es que uno de los efectos del castigo es precisamente ese, la rebeldía. Lo más frecuente cuando un hijo es muy rebelde es que tenga unos padres muy castigadores y si no, fíjate alrededor y me darás la razón.
Además de por su efectividad, la razón principal por la que seguimos utilizando el castigo es porque no conocemos alternativas útiles y eficaces. Y es que cuando "la ha liado" no podemos meternos a internet a buscar qué hacer en ese momento, así que tiramos de "hemeroteca" y lo que hemos visto y de lo que sabemos es de pegar una voz, de llevarle al rincón de pensar o de quitarle algo que le gusta. Así que, eso hacemos.
Pues bien, la buena noticia es que hay alternativas positivas, constructivas y muy eficaces diferentes del castigo para conseguir decirles a nuestros hijos lo que está bien y lo que no y la mejor alternativa es la técnica centrada en soluciones. ¿Qué es eso?
Centrarnos en soluciones implica que, cuando nuestro peque hace algo que no está bien en vez de optar por el castigo le orientamos hacia ¿cómo podemos resolverlo? mostrando empatía y comprensión. Lo voy a explicar con un ejemplo:
Imagina que tu peque se ha pasado la tarde experimentando y buscando su artista interior y ha pintado toda la pared de casa con los nuevos lápices de colores que le regalaron los abuelos el día anterior. A ti te parece fatal lo que ha hecho porque ha estropeado los lápices nuevos y además ha ensuciado toda la pared del pasillo que habías pintado el verano pasado. Pues bien, en esta situación ¿cómo podríamos actuar?- Castigando: Le quitamos los lápices de colores, le decimos con un tono de voz alto y serio que no se le puede regalar nada porque todo lo estropea y después de eso le indicamos que está castigado en su habitación sin sus dibujos preferidos.
O podríamos actuar:
- Centrándonos en las soluciones: Nos sentamos con él delante del estropicio y le explicamos que ha estropeado los colores nuevos, que entendemos que estaba muy ilusionado con el regalo y seguramente tenía tantas ganas de probarlos que no ha pensado bien cómo utilizarlos y que, ahora, la pared está muy sucia y la habíamos pintado hacía poco. Le decimos (y esto es muy importante por eso lo subrayo y le pongo negrita) también que entendemos que se sienta mal porque seguramente no lo ha hecho apropósito, pero que ahora tenemos que arreglarlo. Y a continuación le invitamos a centrarse en una solución: ¿Y ahora qué hacemos?, ¿cómo arreglamos todo esto?
Es posible que si le damos tiempo suficiente (y no le cortamos al hablar) acabe encontrando una buena solución. Podemos darle ideas, sugerencias, pero nunca resolverlo nosotros y exigirle que lo haga él porque entonces ya nos habríamos pasado al castigo. Seguramente si lo hacemos bien igual se le ocurre guardar los colores en su estuche sacándoles punta para poder seguir utilizándolos e intentar borrar lo que ha pintado y con la ayuda de mamá y papá limpiar con un paño la pared.
Ya sé que esta técnica requiere más tiempo que el castigo, es cierto, pero sólo tiene efectos positivos y es mucho más efectiva para conseguir buenos comportamientos a largo plazo. El tiempo que estás gastando hoy es una gran inversión para el futuro.
Invitar al niño a centrarse en soluciones no sólo es la mejor alternativa, sino que va a favorecer (y mucho) que construya una autoestima positiva, proactiva y una personalidad más optimista y mucho más preparada para afrontar los obstáculos de la vida. Y es que cuando enseñamos a un niño que cuando algo está mal hay que resolverlo, le enseñamos lo que está bien y lo que está mal, le enseñamos que él puede resolverlo, le enseñamos que todos comentemos errores y que lo mejor no es esconderse sino resolverlo y además potenciamos su inteligencia animándole a buscar soluciones creativas. ¿Todavía no te he convencido?
Os animo a que probéis esto cuanto antes y me dejéis vuestros comentarios más abajo. ¡Me encantaría saber si os es de utilidad!